
El vino y la cerveza son bebidas habituales en las comidas y cenas familiares, de amigos o de pareja, incluso en las de trabajo. En el caso del primero, ofrece una amplia variedad de sabores y se puede emplear para acompañar todo tipo de productos, tanto salados como dulces, pero hay que tener en cuenta la manera de conservarlo para mantener el sabor característico de cada vino.
El motivo es que los cambios de temperatura y la humedad del entorno puede estropear el sabor de esta bebida. Además, si una botella se queda abierta con un poco de vino en su interior hay que saber cómo conservarla y, aunque lo más habitual es volver a ponerle el corcho ejerciendo algo de presión, no es la mejor opción.
La alternativa idónea
Si se vuelve a poner el corcho en el hueco vacío de la botella queda mucho oxígeno que hará que el vino se estropee antes. Por ello, lo ideal es guardar el vino sobrante en un tarro o jarra de cristal que tenga tapa y cerrarlo bien. De este modo, en el tarro queda menos espacio vacío entre el vino y la tapa y habrá menos oxígeno, por lo que el vino aguantará más tiempo sin perder propiedades y sabor. Luego también es crucial guardarlo en la nevera.
Otro de los motivos por el que no se recomienda volver a poner el corcho a la botella es que compromete la higiene del producto. El corcho, al ser un material natural y poroso, tiene propiedades que lo hacen vulnerable a la contaminación y a la pérdida de integridad después de ser extraído.
Problemas al descorchar
Por la composición del corcho, al extraerlo de la botella, cambia su estructura. Esto genera pequeñas deformaciones y puede permitir la entrada de partículas, microorganismos o bacterias presentes en el ambiente, que podrían contaminar el líquido en el interior. Volver a introducir el corcho sin una limpieza adecuada puede transferir estas impurezas directamente al producto, especialmente en el caso de alimentos o bebidas como el vino.
Asimismo, un corcho reutilizado también pierde su capacidad de sellado hermético, lo que incrementa el riesgo de oxidación. En el caso del vino, por ejemplo, la exposición al oxígeno puede alterar sus características organolépticas, como el sabor, el aroma y la textura. En productos carbonatados, como el champagne o la sidra, el corcho reutilizado puede provocar la pérdida de efervescencia, afectando la calidad del producto.
Por último, la dificultad de volver a insertar un corcho correctamente puede llevar a un mal ajuste, dejando la botella mal cerrada. Esto facilita la evaporación del líquido o la entrada de aire, comprometiendo aún más su conservación. Por todo ello, en lugar de reutilizar el corcho original, se recomienda usar cierres diseñados específicamente para mantener la frescura y la calidad del contenido, como tapones reutilizables de silicona o metal. Estos garantizan un cierre hermético, reduciendo el riesgo de contaminación y preservando las características originales del producto.