
La flor de Pascua es uno de los símbolos más representativos de la Navidad, reconocible por el intenso color rojo de sus brácteas y su forma estrellada. Originaria de México —donde se asocia con la pureza y el renacimiento—, se popularizó en Europa durante el siglo XIX como adorno festivo. Su tonalidad vibrante y su capacidad de florecer en invierno la convirtieron en un elemento esencial de la decoración navideña.
A lo largo de los años, ha adquirido nuevas variedades en tonos blancos, rosados y dorados, adaptándose a diferentes estilos decorativos. Sin embargo, su atractivo depende del cuidado que reciba. Uno de los cuidados más importantes es regar la planta de forma correcta.
Cuándo y cómo regarla
El riego de la flor de Pascua debe realizarse solo cuando el sustrato esté seco al tacto, evitando tanto el exceso como la falta de agua. Un encharcamiento puede provocar la pudrición de las raíces, mientras que la sequedad prolongada causa la caída de las hojas. Lo ideal es comprobar la humedad antes de regar y mantener la tierra ligeramente húmeda, sin dejar agua acumulada en el fondo de la maceta.
Al regar, es importante aplicar el agua directamente en la base, sin mojar las hojas, para evitar manchas o daños. Puede colocarse un plato bajo la maceta para que la planta absorba la cantidad necesaria desde abajo, retirando el exceso a los pocos minutos. De este modo, la flor de Pascua conserva su frescura y brillo durante toda la Navidad.
Señales de alarma: exceso o falta de agua
Un riego inadecuado puede afectar la salud de la flor de Pascua y manifestarse en sus hojas y tallos. Cuando recibe demasiada agua, las hojas amarillean y caen con facilidad, mientras el tallo se ablanda y el sustrato adquiere olor a moho, señal de pudrición radicular. En ese caso, conviene reducir el riego y mejorar el drenaje.
Por el contrario, la falta de agua provoca marchitez y hojas secas, con un sustrato endurecido que se separa del tiesto. Para recuperarla, basta con sumergir la maceta unos minutos en agua templada, permitiendo que el sustrato se hidrate de manera uniforme. Un riego equilibrado garantiza su aspecto saludable durante todas las fiestas.
Otros cuidados fundamentales
- Poda: tras la Navidad, conviene recortar los tallos a unos diez centímetros del sustrato para estimular un nuevo crecimiento y mantener la planta compacta.
- Luz: debe situarse en un lugar luminoso, pero sin exposición solar directa. La claridad natural conserva el color y la firmeza de las hojas.
- Temperatura: requiere un ambiente cálido y estable —entre 18 y 22 grados—, lejos de corrientes de aire o frío intenso que podrían causar la caída de las hojas.
- Abono: en primavera y verano se aconseja aplicar fertilizante líquido cada quince días, reforzando las raíces y favoreciendo la futura floración.
- Ubicación: es preferible mantenerla alejada de radiadores o fuentes de calor. Un espacio ventilado y sin cambios bruscos de temperatura asegura su durabilidad.


