
El juicio contra seis miembros (cinco mujeres y un hombre) de la secta del Tío Toni —como se conocía a su gurú, Antonio G. L.—, a los que se acusa de abusos sexuales continuados contra menores y asociación ilícita, continúa esta semana en la Audiencia Provincial de Castellón con la declaración de más testigos para arrojar luz sobre los hechos que acontecieron en el seno de una comunidad pseudoreligiosa formada por varias familias que vivían con sus hijos en una masía aislada —La Chaparra— del municipio castellonense de Vistabella del Maestrazgo.
Los testimonios de las víctimas han servido para conocer buena parte de las prácticas del grupo que propiciaron las denuncias. Desde el visionado de porno en familia a las masturbaciones colectivas, pasando por las limpiezas de ovarios que el líder de la secta realizaba a las niñas a partir de su primera menstruación —introduciéndoles los dedos o vibradores en la vagina— con la excusa de evitarles enfermedades. Algunas de ellas eran hijas biológicas suyas —según han podido confirmar las pruebas de ADN—, fruto de las relaciones íntimas que el supuesto guía espiritual mantenía también con las mujeres adultas de la secta.
Nadie le cuestionaba
Cabe recordar que, según han explicado los testigos, la comunidad tenía una estructura jerárquica. Huelga decir que el conocido como Tío Toni estaba en la cúspide y todos los demás vivían siguiendo sus directrices. En lo que se refiere a las mujeres de la comunidad, se dedicaban a las tareas del hogar y todas practicaban sexo con el líder. Unas lo hacían de forma consentida por sus parejas y otras a espaldas de ellas, aprovechando las largas jornadas de trabajo fuera de la finca que el gurú encomendaba a sus maridos.
"Si rechazabas algo, te hacían la vida imposible", ha señalado una de las víctimas. Nadie cuestionaba lo que ordenaba el Tío Toni. En eso han coincidido todos aquellos que pasaron por La Chaparra en algún momento de sus vidas. Bien porque formaran parte de la secta, porque acudieran a algunas de las formaciones que impartía su líder o porque fueran a algunos de los campamentos que organizaba la comunidad. Algo que sin duda aprovecharán las defensas de los acusados, que alegan que la voluntad y capacidad de decisión de sus clientes estaban anuladas.
Mensajes apocalípticos
Antonio —que falleció en la cárcel meses después de su detención, en 2022— se autodenominaba "el enviado de Dios" y los demás le trataban como si así lo fuera. Tanto es así que uno de los testigos que compareció el viernes en el juicio llegó a temer que el gurú organizara un "suicidio colectivo". Pensaba que, si lo hacía, "todos le seguirían".
La línea de actuación del líder del grupo hacía pensar que la masacre podía haber tenido lugar este año, si la secta no hubiera sido desarticulada. Según ha explicado otra testigo, el gurú impartía "unas clases a las que íbamos un grupo de gente joven porque nos tenían que preparar". El motivo: "en 2025 iba a pasar algo y nosotros teníamos que salvar el mundo".


