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Alberto Míguez

El trío de Madrid

Lo que Chirac y Schröder desean es que ZP asuma el papel de mozo de espadas cuando no de cuerda

“Prometí a los españoles que estaríamos en el núcleo de las decisiones europeas y ya estamos”. Con esta mezcla de prepotencia infantil y extravagancia marxiana (Groucho) saludó ZP a Jacques Chirac y Gerhard Schröder en la primera reunión de lo que ha venido en llamarse “trio de Madrid”.
 
Se trataba de concretar, según el inefable Moratinos, “el inicio de una buena amistad” como en “Casablanca”. Pero este film puede terminar en chirigota. Y no sólo porque merendar con estos dos personajes para nada garantiza estar en el núcleo decisorio de la UE a veinticinco sino porque nada de cuanto discutió el “trío de Madrid” tiene trazas de salir adelante.
 
Lo más chocante, casi cómico, es que de esta reunión saldrá apenas un comunicado de prensa, algunas declaraciones y una serie de conclusiones “que recogerán instrucciones para que los funcionarios respectivos hagan un seguimiento de los temas tratados”. Estas instrucciones no “serán publicadas” (sic) y más vale que así sea.
 
Los intereses de España no coinciden para nada con el texto de la Constitución europea aprobado en junio pasado por Zapatero y que contradice el Tratado de Niza. A Zapatero y sus amigos no les gustaba el Tratado porque a José María Aznar le parecía aceptable. La política exterior de ZP ha consistido en estos meses en jugar a la contra. Los resultados empiezan a verse y más que se verán.
 
Ahora se trata de que tal texto sea aprobado por los ciudadanos de los tres países. No es seguro que en Francia el referéndum anunciado sea favorable al texto propuesto. Crece el “no” y seguirá creciendo. Muchos franceses pueden aprovechar la oportunidad para darle un varapalo a Chirac y su mucamo, Raffarin, como hicieron en las elecciones europeas. Y en España, si el PP tuviera el coraje de defender sus convicciones y escuchar a sus militantes, tampoco lo sería. Pero eso es soñar despierto.
 
Tampoco hay acuerdo ni lo habrá en el espinoso asunto de los fondos que España dejará de percibir en los próximos años, porque, no nos engañemos, el pato de la ampliación de la UE lo pagaremos nosotros. Alemania considera que una reducción paulatina de tales fondos es inaceptable: Schröder no soltará la mosca ni mucho ni poco y los fondos de España se irán a Polonia. En cuanto a la adhesión de Turquía, el acuerdo brilla también por su ausencia. Francia no la acepta, Alemania es reticente y España parece entusiasta, aunque a ZP este asunto le importe un bledo.
 
Lo demás son virutas: no habrá tampoco acuerdo sobre justicia y seguridad interior, cooperación policial y judicial, emigración. No lo hubo en el pasado y tampoco hay razones hoy para que sea distinto.
 
ZP cree que una merienda en la Moncloa devuelve a España al corazón de la construcción europea. Lo que Chirac y Schröder desean es que ZP asuma el papel de mozo de espadas cuando no de cuerda. Es útil para predicar barbaridades como, por ejemplo, hace unos días en Túnez, cuando sugirió la retirada militar de Irak. Pero lo que se solicita del dirigente español es sumisión y disciplina. Dentro de dos días, ZP ofrecerá de nuevo sus servicios a Chirac para que la OTAN no se instale en Irak para formar personal de seguridad y militar. Ahí sí coinciden españoles y franceses. Claro que en la OTAN ni Chirac ni Schröder –ni mucho menos Zapatero– tocan bola. Afortunadamente.
 

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