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Alicia Delibes

La reforma de Thatcher

Tony Blair sorprendió a muchos miembros de su partido cuando, una vez nombrado primer ministro, hizo suyas las iniciativas conservadoras.

En 1970, los conservadores ganaron las elecciones generales en el Reino Unido y el nuevo primer ministro, Edward Heath, nombró a Margaret Thatcher secretaria de Estado de Educación y Ciencia. Nada más hacerse cargo de su puesto, Thatcher amplió la edad de escolarización obligatoria a los 16 años, cumpliendo la promesa electoral de su partido y anuló la obligación de cerrar las selectivas Grammar Schools impuesta por el ministro laborista, Anthony Crosland.

Thatcher no dejó una gran huella de su paso por el Ministerio de Educación, como no fuera porque suprimió el vaso de leche que todos los niños de Primaria recibían a media mañana en las escuelas públicas. Probablemente, el poder pedagógico y burocrático pudo más que su decisión de mejorar la enseñanza que se impartía en las ya muy generalizadas Comprehensive Schools.

Kenneth Baker, uno de los secretarios de Estado de Educación que tuvo Thatcher cuando fue Primera Ministra del Reino Unido, aseguraría muchos años después (en una entrevista concedida en marzo de 2008 al diario The Guardian) que Thatcher, en sus años como responsable de Educación, "había sido la mayor víctima del establishment que nunca había habido" y que "llevaba muy mal que se le recordase que tuvo que firmar el cierre de más Grammar Schools que cualquier otro ministro de Educación".

Quizás fuera esa desagradable experiencia la que hizo que Thatcher, sólo cuando ya encaraba su tercer mandato como primera ministra, se decidiera a emprender la reforma de la educación británica. En las memorias de sus años de gobierno, Los años de Downing Street, describió las bases de su política educativa y las dificultades a las que tuvo que hacer frente para mantenerlas en la práctica. Dos asuntos eran, para ella, fundamentales: ampliar la libertad de los padres para elegir colegio y lograr que los escolares alcanzaran el dominio de ciertos conocimientos básicos, al menos en lectura, escritura y aritmética, algo que en las Comprehensive Schools no estaba garantizado.

La mayor libertad de elección suponía, por un lado, ampliar las posibilidades de financiación de colegios privados que ya establecía la Ley de 1944 y, por otro, introducir variedad en la oferta de la enseñanza estatal. En cuanto a su deseo de asegurar unos conocimientos básicos, para poder realizarlo era necesaria la elaboración de un nuevo plan nacional de estudios.

En base a estos principios, el entonces ministro de Educación, Kenneth Baker, elaboró la Education Reform Act 1988. La reforma incluía importantes medidas que afectaban, fundamentalmente, a las escuelas estatales de secundaria. Se estableció la "matrícula abierta", lo que significaba posibilitar la ampliación de plazas mientras el centro tuviera espacio físico para ello. Con ello se perseguía que los colegios con mayor demanda pudieran recibir más alumnos que los que no la tuvieran, los cuales, a medida que se fueran quedando vacíos, se cerrarían. Se fijó, además, una financiación per capita, con lo que aquellas escuelas que matricularan más alumnos recibirían más recursos.

Se crearon los City Technology Colleges (CTC) como centros públicos que ofrecieran una formación técnica y profesional de calidad. Se trataba de Comprehensive Schools, generalmente situadas en áreas deprimidas, en las que se pondría especial énfasis en el estudio de las matemáticas, ciencias y tecnología. Estas escuelas podrían buscar patrocinadores en el mundo de los negocios y de las empresas.

Estas CTC se debían convertir en centros de referencia para otras Comprehensive Schools en los que se investigaran nuevas formas de enseñanza y se formaran profesores. El proyecto de las CTC fue bien recibido no sólo por los conservadores sino también por algunos miembros del partido laborista, lo cual no evitó que recibiera también fuertes críticas de los laboristas más fieles a sus principios igualitarios, que lo tachaban de ser un programa privatizador y elitista al crear escuelas selectivas e introducir capital privado en centros estatales.

En cuanto a los centros privados, la Ley contemplaba la posibilidad de establecer plazas subvencionadas e incluso la creación de escuelas financiadas por el Estado (Grant-maintained Schools, GMS).

Mayores obstáculos encontró Thatcher a la hora de reformar el plan nacional de estudios. A pesar de su experiencia como ministra siguió sorprendiéndola la resistencia al cambio, tanto del propio Departamento de Educación como del cuerpo especial de inspectores (Her Majesty’s Inspectorate). Para ella, el objetivo era muy claro, se trataba de establecer aquellos contenidos concretos que todos los escolares han de aprender, y decidir cuándo deben hacerlo. Al mismo tiempo, se debían poner exámenes sencillos que permitieran comprobar si los alumnos aprendían aquello que se esperaba que aprendieran. Sin embargo esto, que parecía tan evidente, estaba muy lejos de ser el deseo de la multitud de pedagogos y expertos en educación con los que su ministro Baker tenía que vérselas. "Jamás imaginé que acabaríamos enfrentándonos a la burocracia y el marasmo de las prescripciones que finalmente surgieron", recordaría Thatcher en sus memorias.

Con enormes dificultades, después de que se viera obligado a retirar varios borradores, Baker consiguió elaborar el National Curriculum, que marcaba los niveles de conocimiento en Lengua inglesa y Matemáticas que los escolares debían alcanzar a los 8, 10, 12, 14 y 16 años y un sistema de exámenes externos en estas materias que debían realizar todos los alumnos cada dos años a lo largo de la enseñanza obligatoria Los resultados obtenidos en la enseñanza Primaria y la evaluación de 12 años servirían para formar los grupos al comenzar la Secundaria. Alfinal de la etapa obligatoria, a los 16 años, todos los escolares debían pasar el examen de General Certificate of Secondary Education (GCSE). Los colegios debían hacer públicos sus resultados.

El National Curriculum no satisfizo totalmente a la Dama de Hierro, que pensó que su ministro había hecho demasiado caso a los teóricos progresistas de la educación que ocupaban una buena parte de la Administración. "Cuando abandoné el cargo estaba convencida de que era necesario un nuevo impulso para simplificar el plan nacional de estudios y los exámenes".

Esa simplificación que hubiera deseado Thatcher nunca llegó. Los ministros de Educación de John Major prefirieron continuar explorando la menos conflictiva vía de especialización de las Comprehensive Schools que se había abierto con la creación de las City Tecnology Colleges. En 1994 la Secretaria de Estado de Educación, Gillian Shephard, creó escuelas especializadas en Idiomas y, en 1996, anunció la extensión del programa a las artes y al deporte. Cuando los conservadores se vieron obligados a abandonar el poder, el programas de las Specialist Schools se había consolidado y contaba con 196 escuelas de secundaria.

En 1997, Tony Blair arrebataría el poder a los conservadores con un solo lema de campaña: Education, education, education. Blair sorprendió a muchos miembros de su partido cuando, una vez nombrado primer ministro, hizo suyas las iniciativas conservadoras y emprendió una serie de reformas que supusieron un cambio total de dirección en la política que los laboristas habían defendido desde la Segunda Guerra Mundial.

Blair no necesitó introducir grandes cambios en la legislación británica. Su mayor logro político fue convencer a su partido de que las medidas de la Education Reform Act 1988 y del National Curriculum de 1989, aun siendo de la "ultraliberal" Margaret Thatcher, no suponían un atentado contra la igualdad. Blair declaró que no estaba dispuesto a que ningún dogma pedagógico le impidiera aplicar políticas que pudieran mejorar la calidad de la enseñanza en el Reino Unido. Más aún, en el año 2001, al presentarse a la reelección, Tony Blair hizo unas declaraciones que debieron sobrecoger a la poderosa izquierda educativa europea. Declaró fracasadas las Comprehensive Schools, que, según afirmó, "pese a las buenas intenciones de sus creadores, estaban dejando demasiados niños sin aprender lo más esencial". El Nuevo Laborismo de Blair rompía así con la herencia de Anthony Crosland y la imposición de las Comprehensive Schools como el camino ideal para alcanzar una sociedad igualitaria.

Tony Blair mantuvo intactos los exámenes externos establecidos por el National Curriculum, profundizó en la financiación privada de las escuelas públicas creando las City Academies, y, sobre todo, afianzó y extendió el programa de las Specialist Schools. De las 196 escuelas especializadas que había en el año 1997 se pasó a 2.000 en el 2006. Esta especialización de centros de secundaria, que sin duda ha introducido variedad en la oferta educativa del sistema estatal y mejorado la calidad de las enseñanzas que se imparten en las Comprehensive Schools, no supone, sin embargo, un gran avance hacia la libertad de elección. La matrícula está restringida a las familias que viven en las proximidades del centro; solamente el 10% de las plazas son de libre disposición.

Pero no sólo las iniciativas de Margaret Thatcher fueron decisivas para la reforma laborista de la educación británica. Las ideas fundamentales del National Curriculum inspiraron también la ley de George Bush de 2002, No child left behind. Además, actualmente, el establecimiento de los conocimientos concretos que los niños deben ir adquiriendo a medida que avanzan en el sistema escolar y de controles externos que comprueben lo que han aprendido, así como la búsqueda de sistemas de financiación para los colegios privados, son los puntos clave de cualquier reforma que tenga como principales objetivos la búsqueda de la calidad del sistema educativo y la libertad de los padres para decidir qué tipo de educación desean dar a sus hijos.

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