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Amando de Miguel

Cuestiones disputadas

"Distinguido Sr.: La letra que compuso José María Pemán para el himno nacional español es una de las letras más hermosas que se hayan escrito nunca. Y usted es un payaso y un tonto que no tiene ni p… idea de nada. Ni de lengua.¡Abur!”. Qué finura.

Transcribo el elegante billete que me envía Alberto Mallofré: "Distinguido Sr.: La letra que compuso José María Pemán para el himno nacional español es una de las letras más hermosas que se hayan escrito nunca. Y usted es un payaso y un tonto que no tiene ni p... idea de nada. Ni de lengua. ¡Abur!". Qué finura. Comprendo que lo de la letra de Pemán sea una cuestión de gustos. Me alegra no coincidir con el gusto de don Alberto. Creo recordar que uno de los versos de esa letra decía algo así como "Guerra, guerra contra Lucifer". No me parece una hermosura; menos para un himno nacional. Agradezco que don Alberto me trate de "distinguido señor", aunque me temo que sea un sarcasmo. Si es auténtico lo que dice de mí, no comprendo por qué se molesta en escribirme. Corre el peligro de hacer el ridículo.

Agustín Fuentes razona que eso de la deuda financiera entre países es una especie de juego. Bastaría con perdonarnos la deuda unos a otros para que resolviera el problema. No me parece a mí tan fácil ese arbitrio. Por otra parte, la cifra de la deuda (llamada "soberana" para mayor inri) no me parece muy válida para medir el grado de salud de una economía. Creo que es más interesante la suma de importaciones y exportaciones del total de producto y en términos per cápita. Todavía sería más válido el dato de esa proporción pero referida solo al conocimiento (ciencia, tecnología, ideas, organización, etc.). Suele suceder que las cifras con mayor validez no suelen estar disponibles. Adelanto que mis conocimientos de Economía son harto limitados.

A. Pascual ha leído con cuidado mis Memorias y desahogos y me hace un interesante análisis psicológico. Me pide que le conteste personalmente, no por Libertad Digital o Facebook. Alto ahí. Esas no son las reglas del juego. Lo que aquí emitimos todos los libertarios o los feisbuqueros tienen derecho a leerlo. Sobre todo, porque en el caso que digo se trata de los comentarios a un libro publicado. Razona don A. Pascual que la descripción de mi infancia se corresponde con la de otras muchas personas de mi generación. Eso es precisamente lo que yo quería indicar, que hay una unidad generacional con parecidas experiencias. Mi analista sostiene que la palabra "depresión", referida a mí mismo, "tiene un significado poético o literario más que científico". No, señor. He padecido verdaderas depresiones a lo largo de toda mi vida. El síntoma definitivo es imaginar que me voy a suicidar. No es nada original. Es un síntoma que han padecido muchas personas. Supone don A. Pascual que yo dedico 16 horas diarias a trabajar. Depende de lo que se entienda por trabajar. Si se trata de una obligación, aunque sea intelectual, mi jornada es mucho menor. Lo que importa no es el número de horas sino la constante actitud de aprender o manejar ideas. Pero es que para mí el hábito de leer o escribir no es trabajo. Mi corresponsal tiene razón en una cosa: que he elegido la profesión que va con mi carácter, un tanto solitario o taciturno, de observador. Se imagina don A. Pascual que estoy apoltronado en un cómodo sillón, frente a la chimenea, con una copa de licor. Falso. No bebo alcohol, ni siquiera cerveza, ni tan siquiera cerveza sin alcohol. Lo del sillón y la chimenea es verdad. Antes suelo partir la leña. Recomiendo a mi corresponsal que, para hacerme un análisis más certero, lea no solo las "memorias" sino las novelas que he escrito. En particular le pueden ser más útiles Historia de una mujer inquieta y Judíos en la ciudad de los ángeles (ambas en Infova Ediciones). Ahí está mi yo más profundo, solo que intencionadamente confundido con el ropaje literario. Con todo, agradezco a mi corresponsal el esfuerzo de haber leído mis Memorias con tanto detenimiento e interés. Lo mejor será que cualquier día nos reunamos a tomar un café (para mí, descafeinado). 

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