La clase social se determinaba antes por la relación con la propiedad y los ingresos. Es decir, el patrimonio y la renta. Todavía los impuestos personales se organizan sobre ese esquema. Pero está desfasado. La clase social ha dejado paso al estilo de vida. Un albañil puede ganar más que un violinista. Lo que les distingue no es lo que ganan sino la manera de gastar la renta. Por eso cuenta cada vez más la educación, los aspectos culturales, y también la edad. En las encuestas está claro que son los estudios y la edad lo que condiciona la opinión.
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