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Amando de Miguel

Palabras de moda

Hace una semana el presidente de Gobierno, de forma enfática, en un discurso ante la ciudad y ante el mundo, dijo lo de "vertir", que no existe, pero queda sumamente florido.

Mi amigo José María Navia-Osorio me diría que ya estoy anticuado, que ya no se dice "de moda" sino "de tendencia". Bueno, pues me refiero a las palabras que están en el diccionario, pero que, de repente, se ponen de moda o de tendencia, son referentes, como ahora también se dice. Todo ello respecto al lenguaje público, tan amigo de las palabras altisonantes. Una de ellas es "contundencia" y sus derivados. La aplican todos los que se refieren a los episodios de corrupción política. "Hay que ser contundentes", nada menos. En su original sentido, la contundencia es tanto como el efecto de machacar, golpear fuertemente, desbaratar. De forma analógica, la contundencia equivale al efecto de hacer o decir algo que impresiona. Pues bien, respecto a los casos recientes de corrupción política, las decisiones que se han tomado o se exigen a los dirigentes políticos difícilmente merecerían el adjetivo de "contundentes". Por lo menos se puede decir que no impresionan a nadie. Contundente sería verdaderamente que el partido expulsara del mismo a los (más o menos presuntos) corruptos y les exigiera la devolución del dinero público que se ha llevado. Nada de eso ha ocurrido. Pero queda bien decir lo de la "contundencia". 

Otra palabra de moda, de tendencia o de referencia es lo de "mantra". Hay equivalentes castizos más claros, como "jaculatoria", "estribillo", "letanía" o "muletilla". Pero lo de "mantra" suena a salmodia oriental; es para gente que viaja a lugares exóticos.

Para indicar que algo empieza o se inicia desde sus orígenes nada mejor que referirse al "minuto cero" o "minuto uno". Realmente las dos expresiones son equivalentes. El tiempo cronológico adquiere rasgos mágicos. Así, la "agenda" lo domina todo, "se marcan o se miden los tiempos". En definitiva, la acción política se muestra con el divino don de la oportunidad. A veces, el simplicísimo acto de no hacer nada es "por problemas de agenda" o "marcar los tiempos".

No siempre el lenguaje de los políticos es el retorcimiento del diccionario. Queda todavía mejor inventarse palabras. Hace una semana el presidente de Gobierno, de forma enfática, en un discurso ante la ciudad y ante el mundo, dijo lo de "vertir", que no existe, pero queda sumamente florido.

No siempre se impone el lenguaje culto o cultista cuando habla un político o un comentarista. Hay también un regusto por incorporar expresiones de la jerga del hampa o de germanías, que se decía antes. Así, "marrón" (= problema, dificultad), un ñoñismo para "mierda". Como lo de "robar" queda feo, se acude a lo de "llevárselo crudo". Evadirse de la justicia se traduce por "irse de rositas", que es un casticismo madrileño de los barrios bajos.

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