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Amando de Miguel

Tipos de corresponsales

Cada uno de los corresponsales que llegan (no abusemos del “acceden”) a esta página es de su padre y de su madre. Es decir, hay opiniones para todos los gustos. Sin embargo, vistos uno tras otro, aparecen elementos constantes. Es decir, hay propiamente tipos de personas que corresponden conmigo.
 
Están, por ejemplo, los curiosos,  los que quieren saber algo nuevo o recóndito. Me estimulan mucho. Ahí está José Manuel Rodríguez. Me pregunta si se puede decir “Santyago”. Sant Yago deriva del latín Sanctus Iacobus o Iagus. Mi comarca de nación se llama Sayago, quizá porque por ahí se iba a Galicia desde el Sur. El Iacobus originario fue Santiago el Mayor, llamado así porque el hermano menor era Juan, el que luego sería el Evangelista. Es un nombre tan popular que admite una gran variación en todos los idiomas próximos: Santiago, Jacobo, Diego, Jaime, Xaime, Jaume, Iago, Jacques, Jacqueline, James, Giacomo, Jakob. Incluso el Támesis o Thames es otra variante.
 
El étimo de Iacobus es un verbo hebreo (akab) que significa agarrar por el pie, extraña acción. Según la tradición bíblica Jacob fue hermano gemelo de Esaú. Jacob nació un poco después agarrado al pie de su hermanillo, por lo que ahí comenzó la famosa rivalidad entre los dos hermanos. Jacob fue padre de doce hijos, los de las 12 tribus de Israel. Uno de ellos fue José, quien llegó a ser ministro de Hacienda en Egipto. El nombre de Israel fue un apodo de Jacob; por tanto, el fundador de la estirpe judía. ¿Satisfecha la curiosidad don José Manuel? Me he extendido un poco por si tengo algún lector joven, de esos que ya no han dado Religión en el colegio.
 
Sigo con los tipos de corresponsales. Están los divertidos. Me llega una larga y divertidísima misiva de Alfredo Llaquet Alsina, de Barcelona (Pueblo Nuevo). Ha decidido votar al PP, aunque “ningún partido de aquí nos representa”. Sigue las tertulias de la COPE y las páginas de LD, aunque esos seguidores son tachados de “estúpidos, totalitarios, fascistas, no catalanes y, sobre todo, malas personas en general”. Lejos de ocultar su voto, envió a todos sus amigos por la internet una explicación del mismo en catalán. Después de lo cual se sintió “heroico” (adjetivo favorito de Federico Jiménez Losantos; esto lo digo yo). Lo curioso es que relata la historia de una amiga de ERC, apellidada González, que le reprochó que él “no era catalán”. Vaya si lo es, con todos los apellidos catalanes, que habla catalán o español según le pete. Es un joven empresario, informático, jugador de fútbol americano, gordo, aficionado al rock heavy y viste ropa del tipo “tribus urbanas”. Pero vota al PP. Desde luego, escribe un castellano riquísimo. Será un buen escritor. Dios le bendiga.
 
Están también los picajosos. Por ejemplo, Cristóbal Ramos Pérez. Ante mi afirmación de que a los andaluces les da pereza pronunciar la zeta, protesta. Su razonamiento es que “no se pronuncia en muchos lugares de Andalucía por motivos fonéticos”. Hombre, no se me pique. No es malo tener pereza fonética. A mí me cuesta mucho pronunciar la ese líquida (stop, Spain, spaguetti). Muchos compatriotas pronuncian la elle como y griega. El elegante ministro de Justicia sesea y dice “justisia”, pero sabe pronunciar la zeta, pues dice “paz” con zeta, no con ese. Digamos que tiene una pereza selectiva. Un gallego diría seletiva. Pero todos nos entendemos divinamente.
 
Me reconforta mucho el tipo de los animosos. Son legión. Me dan ánimos, quizá pensando que lo mío es una pesada cruz. Por ejemplo, Juan José Caballero, quien me felicita por mis comentarios. Pero me pide que me “prodigue más en la radio, en la Universidad y en otros lugares clave”. ¿Más? Doy tres asignaturas y un doctorado en la Facultad, estoy en la radio, en un periódico de papel y en este de pantalla, dicto conferencias, he publicado más de un centenar de libros. ¿Cómo me voy a prodigar más?
 
Sandra Llanas García se suma a las felicitaciones y los ánimos. Gracias.
 
 

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