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Antonio López Campillo

¡Silencio! Se mata

La lectura de los periódicos nos indica que los asuntos son interesantes por la localización del suceso más que por lo que aconteció. En primera página, con titulares de buena talla, nos anuncian el número de muertos palestinos o israelies, por lo general no superan la decena. Es cierto lo cruel de la guerra "clandestina" del Próximo Oriente. Es una lucha por territorios, por la supervivencia de un pueblo, y es, nos guste o no, una guerra de religión. En ella se oponen dos mundos. Esta oposición hace de esa situación un asunto importante, y lo es. En ella entran componentes como un cierto antisemitismo, siempre latente entre gentes de izquierda y de derecha, el enfrentarse de David y Goliat, (seis millones por un lado y más de cien por el otro). Pero el tema que se resalta, el que le da color humanitario al comentario, son los muertos. Uno bastaría para indignarnos.

Al mismo tiempo y en las páginas interiores de los mismos periódicos nos enteramos de unas decenas de muertos en un lugar más próximo, Argelia. Mensualmente, el número de muertos en Argelia es entre seis y diez veces el de los muertos en el Próximo Oriente.

Las matanzas en Argelia son en la mayoría de los casos obra de los islamistas, de los musulmanes más ortodoxos, y otras veces de las fuerzas de represión del estado. Estado que es musulmán también. Es una guerra civil, interna, y en cierto modo es religiosa, ya que se enfrentan los ortodoxos y un gobierno que pretende establecer un régimen cuasi laico, muy poco laico, es cierto, pero excesivo para un alma ortodoxa. No debemos olvidar que en unas elecciones pasadas los ortodoxos las ganaron y que el gobierno de entonces, con el apoyo de las fuerzas armadas, les impidió el acceso al poder. De ahí la guerra civil.

Últimamente ha sucedido una matanza de la que se ha hablado poco o nada. En Hassi-Messaoud, donde se encuentran las empresas petrolíferas del Sahara, las mujeres de la limpieza del conjunto industrial, algo más de un centenar, vivían agrupadas, como lo hacen los emigrantes pobres, procedían de varias regiones del país y eran viudas. Habían llegado allí empujadas por el hambre, el paro en Argelia es del orden del 50%, y es mortal para las mujeres solas. Habían encontrado un lugar tranquilo y un trabajo. Lo creían pero no era cierto. Un grupo de unos cuatrocientos hombres las atacaron y las mataron a cuchilladas y a golpes de barras de hierro. Nadie dijo nada en el país. En otras ciudades de Argelia ya se había asesinado a prostitutas del mismo modo y en nombre de la fe. A estas trabajadoras las trataron como a prostitutas. Ser mujer de la limpieza es, sin duda, para esos hombres ser una puta. Curiosa "filosofía".

Junto al horror de la matanza está la abominación del silencio. Silencio en Argelia, silencio, o casi, en Europa. Las matanzas en Argelia no tienen público suficiente. Puede ser que el silencio de aquí proceda de no querer ver lo que está pasando en el Norte de Africa, esa lucha religiosa sangrienta. Que, dicho sea de paso, es inquietante.

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