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En ningún caso hay que caer en la hispana autoflagelación. No es verdad que los nativos de estas tierras monopolicemos la memez. Una nueva prueba la brindó John Berger, escritor británico residente en Francia, que no ahorró bobada en un (eso sí, larguísimo) artículo en El País.

Teme este caballero “la ideología del consumo, la más fuerte e invasiva del planeta”, “el caos económico con el que se enriquecen unos empobreciendo a otros”, “y eliminan toda oposición por el procedimiento de denominarla terrorista”. Por lo que se ve, este señor sale del disparate para caer en la monstruosidad. El consumo no es ninguna ideología, ni fuerte ni invasiva ni nada, puesto que no estamos obligados a consumir, lo hacemos porque nos satisface. El socialismo, en cambio, sí que es una ideología, fuerte e invasiva, porque estriba en obligar a la gente a que haga cosas.

La idea de que el mercado es caótico es tan equivocada como antigua, y estriba en la incapacidad de los antiliberales de comprender los “órdenes extensos” hayekianos y la intuición de Adam Smith de que en el mercado la riqueza de uno no es la pobreza de otro. De ahí su frenesí tribal en querer organizarlo todo; los comunistas organizaron la economía, la sociedad y la política, y el resultado fue la pobreza, la dictadura y millones de trabajadores asesinados.

El argumento de que el capitalismo es malo porque elimina toda oposición llamándola terrorista es sencillamente increíble. El tratamiento cruel de la oposición es reservado a las dictaduras, y de eso los socialistas y comunistas y fundamentalistas saben muchísimo. Cuando ahora las sociedades democráticas aspiran, lenta y parsimoniosamente, a defenderse del terrorismo, viene don John y se queja.

Es habitual entre el pensamiento único, que es muy religioso, creer que las demás ideologías también lo son, y así suele reprochar al liberalismo endilgándole características sacras que éste nunca ha tenido. Véase la siguiente sandez: “El consumidor es sagrado… los consumidores sólo importan porque generan beneficios, que es lo único que es verdaderamente sagrado” y “es dogma que la única salvación es el dinero”. Este lenguaje reaccionario elude lo único en realidad sagrado en el Estado de Derecho: la libertad de los ciudadanos. En cambio, los enemigos de esa libertad, empeñados en apartarnos del materialismo y el consumismo, no sólo nos quitan las materias y el consumo, sino también la libertad y la vida.

En Libre Mercado

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