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Felipe González retrató así la crisis de nuestro tiempo: “desde la caída del muro de Berlín, la exaltación del mercado como el autorregulador de las conductas en todos los espacios ha ido desplazando a la política en el discurso dominante”. Ni el más feroz de sus enemigos podría negar la inteligencia de González. ¿Cómo explicar, entonces, que suelte tan insignes bobadas?

Ni el más mínimo aval empírico tiene el líder socialista para decir lo que dice, y debiera saberlo porque bajo su mandato, después de la caída del muro de Berlín, el gasto público alcanzó el récord histórico del 50 % del PIB. Nunca antes los españoles pagaron tantos impuestos, nunca antes el mercado había sido tan acorralado, nunca antes la política había presidido tanto el discurso dominante. ¿Cómo puede González hablar de exaltación del mercado y de desplazamiento de la política?

Mi conjetura es que los socialistas se ven forzados a vender tal patraña para reubicarse ante unos ciudadanos que ya no compran sus banderas tradicionales. Quiero decir, aquí ya no se pueden ganar las elecciones con las proclamas izquierdistas de más impuestos y menos libertad para conseguir “justicia social”. Entonces, la estrategia de los socialistas estriba en presentarse como correctores de un exagerado desvío: sus adversarios tomaron la delantera con mensajes liberalizadores, y como los socialistas no pueden reprocharles la dirección, reprochan la velocidad. Ha habido demasiado mercado, alegan, y es necesario que vengamos nosotros a poner orden y equilibrio.

Es un camelo total, por supuesto, pero si usted fuera un socialista que se siente incapaz de la osadía de pasar al PP por el conservadurismo o el liberalismo. ¿Qué haría?

En Libre Mercado

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