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Carlos Semprún Maura

La ciudad de Dalí

En realidad, lo que Dalí había loado como obra maestra del surrealismo era la estación de ferrocarril de Perpiñán, ciudad del sur de Francia muy conocida y frecuentada por los españoles durante el franquismo porque allí podían comprar libros prohibidos y ver películas asimismo censuradas por la dictadura, por lo general pornográficas. Que las nuevas generaciones (del PP u otro) no se hagan demasiadas ilusiones sobre la “conciencia política” de nuestros compatriotas. Además, las cosas como son, la censura política sobre los libros fue amenguándose, como la luna de Caetano Veloso, mientras que la sexual siguió férrea hasta el final.

El caso es que en Perpiñán se ha celebrado la XIV Cumbre franco-española, cuyos resultados positivos en materia de lucha contra el terrorismo ya se conocen. En cuanto a las otras medidas sobre ferrocarriles, carreteras, electricidad, también parecen enfocadas debidamente aunque me resulte extraordinario, en cambio, que ni la Comisión de Bruselas ni el gobierno italiano el jueves, el español el viernes, no pongan en tela de juicio el monopolio estatal eléctrico de EDF, que conquista cada vez más “territorios” en el extranjero manteniendo en el suyo una exclusiva absoluta. ¿Cómo es posible que en nombre de la “libre competencia” la Comisión se permita prohibir una fusión entre dos sociedades norteamericanas y a la vez autorice el monopolio estatal de EDF? No es en el Reino de Dinamarca sino en Bruselas donde hay algo podrido.

Observando por televisión a nuestros amadísimos dirigentes, Chirac, Jospin y Aznar, paseándose el jueves por un bulevar soleado de Perpiñán, sentí como un apacible sabor provinciano. Lo que no mostró la televisión, pero sí informó a la mañana siguiente la cadena perpetua (de informaciones), la radio France-Info, es que hubo un grave incidente, no diplomático, de eso nada, sino de política interior. En efecto, los espectadores, los curiosos, o como se les califique, que se agolpaban para observar la comitiva de nuestros dirigentes franco-españoles, lanzaron numerosos y entusiastas gritos de “¡Chirac! ¡Chirac!”. Esto, claro, enfureció a Jospin y a su PS. Aullaron que se trataba de una trampa indigna, de un coup monté: ellos también hubieran podido movilizar a su PS para que gritara “¡Jospin! ¡Jospin!”. ¿Serán caraduras? No cesan de criticar e insultar al Presidente; han intentado inútilmente todas las maniobras jurídicas posibles para procesarle inclusive y se indignan porque el Presidente de la República goza de cierta popularidad. Que consulten los sondeos, que lo confirman.

Literatura y críticas al Nobel

El premio Nobel de Literatura concedido a V. S. Naipul ha sido bastante bien acogido, con la salvedad habitual de lamentar que no se le haya otorgado a un francés. Pero no podía faltar que un cretino suburbano como Rafael Conte protestara indignado denunciando la provocación. Hubiera preferido, está clarísimo, que se lo hubieran dado a Osama ben Laden, cuyo valor literario es explosivamente evidente. Ya que el Premio Nobel es geopolítico y no literario, saludemos que precisamente en esta ocasión se hayan atrevido a dárselo a un autor que, además de escribir bien, es antitotalitarismos. Que eso de diarrea a todos los Rafaeles Conte de por el ancho mundo es un motivo suplementario de regocijo.

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