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Carlos Semprún Maura

Los extremeños se tocan

Cuando en 1979, los soviéticos invadieron Afganistán, con las nefastas consecuencias que aún se sufren, el vespertino Le Monde, con grandes titulares en primera plana, anunciaba: "La URSS vuelve al internacionalismo proletario”. Equiparar una agresión militar imperialista al internacionalismo proletario, fue el reconocimiento implícito, inconsciente, de una realidad ocultada: para Lenin, Stalin, Trotski y hasta Claudín, cualquier agresión militar comunista, se vestía de oropeles proletarios. A partir de esa base tan objetiva y progresista, Le Monde puede sentar cátedra sobre el tema de Afganistán, se las sabe todas, y desde el principio.

Con el paso de los años, claro, han cambiado los directores del diario, parte de la redacción ha muerto, aunque otra siga al pie del cañón, pero no ha cambiado la línea editorial del periódico, que para resumir muy esquemáticamente puede definirse como un gaullismo de izquierdas, antiyanqui y pro soviético y pro PCF, ayer, hoy, lo mismo, salvo que se ha hundido la URSS, e intentan consolarse apoyándose en la social burocracia europea, siempre con ese escondido pecado que, como el Guadiana, desaparece a veces, pero reaparece siempre, legado sagrado de su fundador, Hubert Beuve-Mery: un potente sentimiento anti-alemán. Para ellos, y para muchos otros franceses, siendo el ejemplo más evidente Jean-Pierre Chevenement, los alemanes son vistos como los eternos enemigos, y para embadurnar esta xenofobia, y presentarla como progresista, declaran que siguen siendo los enemigos porque siguen siendo nazis. Alemania, para muchos, ya tenía rasgos nazis antes de Hitler y los tienen después, puesto que Hitler es únicamente la manifestación extremista de la verdadera “naturaleza del pueblo alemán”. Y se quedan tan tranquilos.

Como toda la prensa, Le Monde ha informado sobre la guerra en Afganistán. Y, como toda la prensa, ante la ausencia de informaciones, ha inventado lo que podía. Imposible resumir tantas páginas en pocas líneas, y ni siquiera vale la pena, es la misma hipócrita propaganda antiyanqui que se puede leer en El País y, desgraciadamente, en muchos otros periódicos. Los norteamericanos, primero, iban a perder, o al menos la guerra duraría un siglo, los bombardeos sólo ocasionaban víctimas inocentes. Ahora intentan añadir el máximo de confusión a la confusión existente. Cuando el país estaba sometido al terror talibán, apenas hablaban de esa abyección, unas líneas sobre la destrucción de las estatuas, alguna “opinión” sobre la esclavitud de las mujeres y párate de contar. Ellos, tan marxistas como botarates, consideraban las desgracias afganas como catástrofes naturales.

He notado, entre las infinitas críticas que se hacen por doquier a la política de los USA, la reiterada acusación de haber apoyado el islamismo radical en general y el de los talibanes en concreto. Pero lo que no se dice es que, mientras existía la URSS y el peligro totalitario, de manera desde luego discutible, los norteamericanos intentaron apoyarse en el mundo árabe-islámico, en los países que no estaban en la zona de influencia soviética, como Irak, Siria, a veces Egipto, etc..., y cogiendo lo que quedaba, se levantaron las faldas, ante Arabia Saudí, Turquía, y otros países, o movimientos árabes que esperaban reunir en un frente anti-soviético. Desaparece la URSS y por lo tanto las bases de esta política simplista y hasta peligrosa, pero el genial presidente Clinton, sin darse cuenta de nada, siguió apoyando los mismos supuestos aliados islámicos, incluso cuando ya se habían convertido en enemigos declarados. Nadie parece percatarse de que fue Clinton el presidente durante esos ocho años cruciales.

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