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Carlos Semprún Maura

Luces de carnaval

Culturalmente, este otoño es triste, desde el punto de vista de los premios literarios, de la vendimia, y de todo lo que nutre lo que “ellos” califican de cultura y que, a fin de cuentas, depende únicamente de los presupuestos de publicidad, y de las subvenciones estatales. Yo, personalmente, estoy seguro de que se han publicado buenos libros, aún ignorados, que algún poeta ha logrado terminar un poema genial, sin contrato de edición, y mil cosas más, que siempre han existido, aunque las formas de la censura hayan cambiado, y que hoy, se censure en nombre de la libertad de expresión, cuando antes se censuraba en nombre del poder, de la religión, o de la ideología oficial. En este curioso ambiente en el que los publicitarios exigen el pensamiento políticamente correcto, porque eso es lo que se vende, dos realizaciones, que elijo al buen tuntún, entre muchas más, han fracasado rotundamente.

La primera es la serie sobre Napoleón, una superproducción de la televisión estatal, cuatro episodios de hora y media cada uno, con un director, que han ido a buscar a Montreal, y el peor reparto del mundo. No en cuanto a fama, evidentemente, sino en cuanto a cine. Ponerle a Christian Clavier, un cómico sin talento, en el papel de Napoleón, es como si se hubiera puesto a Cantinflas en el papel de Trotski en México. Y todo así.

Lo de “Luces de Brindisi” es peor, porque se trata de un intento fallido de demagogia, particularmente repelente en un momento difícil, no el primero ni el último, en cuestiones de inmigración. El cierre del centro de Sangate ha creado infinitos problemas. Recordemos que en este centro esperaban kurdos, áfganos, pakistaníes, etc, la posibilidad de ir al Reino Unido, considerado por ellos como un Eldorado, por diversos motivos, el más esencial, probablemente, que hay menos paro en Inglaterra, y eso porque hace años que allí funciona lo que en España se califica de “decretazo”, y que se rechaza con éxito, para que el paro se mantenga a un alto nivel subvencionado. Pero como el Gobierno de Toni Blair, ha decidió limitar esa inmigración “salvaje”, resulta que Francia no sabe qué hacer con esos parias y ellos tampoco saben qué hacer, adónde ir, ya que no pueden ir a donde querían, ni realmente quedarse en donde están. Es una tragedia, y una tragedia sin solución, a corto plazo.

Francesco Rutelli, líder oficial de la oposición italiana, que se disfraza con bucólicos nombres, ayer Olivo, hoy, Margarita, mañana tal vez Daiquiri, o Cuba Libre, de paso por varias capitales europeas, para discutir sobre estos problemas de inmigración, precisamente, declaró a Le Figaro de este martes 12, que estaba ampliamente de acuerdo con la política francesa sobre este tema, no considera “reaccionario” luchar contra la criminalidad en constante aumento y opina, como todo el mundo, de boquilla, que: ”los inmigrantes deben respetar las reglas que ordenan nuestra sociedad. Y éstas, en cambio, debe garantizarles sus derechos fundamentales, como la educación, la salud, y el alojamiento”. Muy bonito, ¿no? Pero nada tiene que ver con la realidad, o, no seamos tan pesimistas, con muchos aspectos de esa realidad

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