Según se van conociendo las informaciones sobre el caso de los fetos y cadáveres de recién nacidos abandonados en los sótanos frigoríficos del hospital Saint-Vicent de Paul, de París, van disminuyendo las hipótesis sobre experimentos clandestinos en laboratorios y prevalece la tesis del olvido. Fueron 351 fetos y cadáveres de bebés, como hubieran podido ser 3.500, nadie sabía nada, un sencillo y monumental descuido. Es lógico, los hospitales franceses siendo “los mejores del mundo”, sus olvidos también lo son. Lo que, sin extrañarme, me ha llamado la atención ha sido la violenta reacción corporativista de los médicos, todos a una, han protestado airadamente contra esos “malditos políticos” que meten sus hocicos donde nadie les llama. ¿Qué sabrán ellos de lo que hacemos, o podríamos hacer, con nuestros fetos? ¿Si los utilizamos o no en la enseñanza médica? Si los políticos tuvieran derecho a meterse en nuestros asuntos eso significaría que nuestra civilización se derrumba, han llegado a decir algunos profesores. No paran de exigir más dinero de esos malditos políticos, pero al mismo tiempo consideran que los problemas de ética, tan esenciales, son su coto vedado. ¡Pandilla de peligrosos farsantes!
Se están aprobando por decreto –sin discusión ni voto en el Parlamento–, las primeras medidas del gobierno de Villepin para luchar contra el paro. Se verá si surten el menor efecto, por ahora sólo diré que son muy timoratas y que copian, a la chita callando, lo que ya se ha hecho y mejor en otros países. Un ejemplo, un nuevo contrato laboral autoriza las empresas de menos de 20 empleados a contratar y despedir libremente durante dos años. ¿Por qué sólo dos? Esto constituye una primera pero ínfima brecha en la legislación laboral de inspiración franco-falangista que reina en Francia. Por otra parte las agencias para el empleo (ANPE) van a poder sancionar los abusos de los parados que reiteradamente rehúsen los empleos que se les ofrece. Las primeras sanciones serán leves –dos meses de suspensión del subsidio– pero podrán llegar a su supresión total. Las ANPE van a gozar de amplia autonomía en la gestión de estos conflictos y eso me da mala espina, porque dichas agencias a lo largo de tantos años se han convertido en burocracias sin espíritu de iniciativa ni de justicia.