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Carlos Semprún Maura

Otro chasco

Este código del trabajo, elemento fundamental del "modelo social francés", dificulta tanto el despido que en muchos casos las empresas no se atreven a contratar, y el resultado es que el paro goza de buena salud, como los muertos que vos matáis.

Aldous Huxley escribió en cierta ocasión que la actividad humana se resumía en transportar bultos de un lugar a otro. Por lo tanto, una jornada de acción nacional de protesta contra la política antisocial del gobierno hubiera debido representar la paralización de los bultos. Pues no fue así; ayer martes 7, nada se paralizó. Como todos los días de huelga nacional recibí correo y además funcionaban los autobuses y el metro. Apenas hubo atascos de coches, porque las manifestaciones callejeras fueron tísicas.

Los portavoces de la izquierda unida, ante el chasco de su jornada, claman que no se trataba de paralizar nada, sino al revés, de iniciar la larga marcha contra la política ultraliberal del gobierno, que quiere destruir el Código Laboral, que protege los asalariados contra la crueldad del Gran Capital. Como ya dije, este código del trabajo, elemento fundamental del "modelo social francés", dificulta tanto el despido que en muchos casos las empresas no se atreven a contratar, y el resultado es que el paro goza de buena salud, como los muertos que vos matáis. Aún no habían llegado al modelo social francofalangista, en el que despedir no era difícil y caro, sino que esta prohibido, pero a eso aspira la izquierda sociata. Los organizadores de este chasco reivindicativo, contaban con los estudiantes para hacer bulto por las calles, olvidándose por lo visto de que por estas fechas están de vacaciones.

El mal humor y el nerviosismo de la izquierda ante este fracaso se manifestó en el Parlamento, con sabrosos cruces de insultos, mientras se discutía el "contrato primer empleo" que el gobierno lograra hacer votar. Lo malo es que no estoy convencido de que sea una buena reforma, pero lo peor son los argumentos en contra de la izquierda. Además de su defensa del actual Código Laboral, rígido y burocrático, que tan malos resultados está dando, sus argumentos son de lo más peregrino: insisten en la precariedad que instalaría dicho contrato, dedicado a los jóvenes entre 18 y 26 años, porque, según ellos, los jóvenes no podrían obtener así créditos bancarios para comprarse pisos, coches, yates y châteaux en Espagne. Cabe preguntarse, ¿a cuántos jóvenes conocen ustedes que tengan los medios, con ese u otro contrato, con o sin créditos, para comprarse pisos y coches a los 20 años? Los sindicalistas galos tienen mentalidad de ricos parvenus. Ni que decir tiene que, con la seguridad de paro actual, tienen las mayores facilidades para obtener créditos.

Sigue la marabunta del Profeta, pero debo señalar que si los gobiernos occidentales en su mayoría, con la excepción danesa, proclaman hipócritamente y a la vez su apego a la libertad de expresión y la obligación al respecto del Islam, en los medios y en la opinión pública hay más resistencia de la que yo esperaba ante la inquisición islámica. En un gesto de solidaridad se reproducen las famosas caricaturas: lo hizo Libération pero en un cuadernillo aparte, por si las moscas, lo hace esta semana el semanario satírico Charlie-Hedbo, se las ha visto en varias emisiones de televisión, etcétera. Además de denunciar la bestialidad de las manifestaciones de indignación musulmana, totalmente organizadas por los gobiernos dictatoriales, se sacan del armario, en esta ocasión, las caricaturas antisemitas que todos los días publican todos los medios árabes y musulmanes y en donde se muestra a Ana Frank follando con Hitler, el asesinato ritual de niños por rabinos que beben su sangre y otras monstruosidades, como la propagación voluntaria del SIDA en los países árabes por Israel. Mientras, se resalta la serena tolerancia de la Iglesia Católica, frecuentemente insultada y agredida, también en los países occidentales, sin que clame venganza o recurra ante los tribunales. No todos sabrán, tal vez, que los musulmanes no pueden insultar a Cristo, pese a ser judío, porque su religión le reconoce, no como Dios –o hijo de Dios–, pero sí como hombre de fe y profeta, sin mayúscula. No todo está podrido en el reino de Dinamarca, ni en la República francesa.

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