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Carlos Semprún Maura

Pivot, peor que bobo

El Fernando Sánchez Dragó francés –con perdón, Fernando—, Bernard Pívot, dirige desde hace decenios la única emisión literaria de la Televisión estatal. Tiene una fama que yo no comparto, y había prescindido, por aburrimiento, de mirar sus emisiones, cuando el pasado viernes 2 de marzo, dos invitados me impulsaron a “zapear” en su dirección: Jean–François Revel y, sobre todo, Ileana de La Guardia, hija del general cubano fusilado por Castro, junto a Ochoa y otros, en el último, hasta la fecha, gran proceso estalinista en la isla. Lo que dijo esta señora joven, bella, de una belleza que va más allá de las pasarelas, fue conmovedor.

Antonio de La Guardia, su padre, oficial de los servicios secretos castristas, realizó todas las porquerías que exigían Fidel Castro y su hermano Raúl, más directamente responsable de estos servicios: tráfico de drogas, actividad importante del régimen desde hace años, tráfico de armas, atentados y asesinatos, perpetrados bajo el rotulo “ayuda a las guerrillas revolucionarias”, tanto en Centroamérica como en África. Todos estos crímenes e ilegalidades (perfectamente nauseabundos) los cometieron los fusilados a las órdenes de los hermanos Castro.

Pero Fidel, que sufre la paranoia peculiar de los tiranos y ve conspiraciones por doquier, y para aparentar combatir eficazmente el tráfico de drogas y así engañar a los gobiernos occidentales y obtener limosnas, condenó a muerte a sus fieles lugartenientes, sin inmutarse. Denunciando a la dictadura castrista en un francés, en el que aún retumbaban ritmos caribeños, Ileana de la Guardia, recordó que a los acusados se les hizo el clásico chantaje comunista: si confiesas lo que queremos salvarás tu vida y la de tu familia; si no, tu familia y tú, moriréis. “Confesaron” y, claro, fueron fusilados, pero Ileana logró escapar e instalarse en París, en donde, contó, toda la izquierda plural la trata como “gusana” fascista. No faltaba más. Esto no nos extraña, como tampoco que Gabriel García Márquez se portó, una vez más, como un cerdo.

Jean-Françoise Revel –de cuyo libro hablaré en otra ocasión—, la apoyó firmemente, indignándose de nuevo por la magnífica acogida que recibió Castro en París, en la UNESCO, presidida entonces por un español, y en otras capitales, cuando Cuba es un dictadura miserable y Castro ha asesinado mucho más que Pinochet. El bobo Pívot, fingió inquietarse: ¿no sería más prudente callarse, no es demasiado arriesgado publicar ese libro (Au nom de mon père. En nombre de mi padre)? Ileana de la Guardia declaró que, desde luego, el peligro existe, pero que teniendo en cuenta los asesinatos y la represión generalizada que impera en la isla, rodeados del más profundo silencio, mientras tantos siguen aplaudiendo a Castro, por ser “revolucionario”, es imprescindible romper ese silencio cómplice y denunciar los crímenes de Castro, para intentar, sin demasiadas ilusiones, que la opinión pública comience a ver las cosas como son.

He llamado bobo a Pívot, pero, en realidad es algo mucho peor. Cuando le hizo una larga entrevista a Soljenitsin, con motivo de sus ochenta años, tuvo la caradura de afirmar: “Antes (o sea, en tiempos de la URSS), los escritores no tenían libertad, pero estaban mejor considerados que hoy”. ¿De qué tipo de “consideración” puede gozar un escritor sin libertad? Y también: “La dictadura del dinero ¿no es peor que la dictadura de un partido?” Traducción: el capitalismo siempre es peor que el socialismo, pese al Gulag. Este tipo de criminales sandeces son las que dominan el pensamiento único francés.

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