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Clemente Polo

No hay dos bobos sin tres

Sorprende el astronómico sueldo que cobraba la sustituta del conserje en el Consorcio del Palau de la Música Catalana: 8.566 euros al mes. Recomiendo a todos que, tras consultar su nómina, envíen una instancia para optar a la plaza en el Palau.

En noviembre de 2009, publiqué un par de artículos (Dos bobos... muy listos y Dos bobos muy listos y sus cómplices nacionalistas) en los que analizaba el saqueo sistemático de las arcas del Consorcio del Palau de la Música Catalana y de la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música perpetrado por los Sres. Millet y Montull durante al menos una década, con la connivencia imprescindible de CiU y de la Generalitat de Cataluña, del Ayuntamiento de Barcelona y del Ministerio de Cultura del Gobierno de España. El siempre honorable partido Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) al frente de la Generalitat hasta 2004 prefirió ignorar todas las flagrantes irregularidades denunciadas desde 2002 por varios organismos de control de la propia Generalitat, la Sindicatura de Cuentas y la Agencia Tributaria, a cambio de recibir las migajas del botín que el Sr. Millet tuvo a bien destinar a la Fundación Trías Fargas de CDC (630.554,82 euros) y al Partido Independentista (150.000 euros) cuyo presidente el Sr. Colom es ahora miembro del Comité Ejecutivo de CDC. Tampoco mostró ningún interés el Gobierno tripartito (PSC, ERC e ICV-EUiA) en tirar de la manta, tal vez porque como advirtió el Sr. Pujol, si había que hablar, hablaría y nos diría lo que de aquí y allá se habían llevado unos y otros.

Había ya indicios cuando escribí esos artículos de que otras personas, en adición al bobo balbuceante (Sr. Millet) y al bobo amnésico (Sr. Montull), estaban implicadas directamente en la trama mafiosa. Lo que no sabíamos era que una de ellas, Gemma Montull, a la sazón hija del bobo amnésico, no era tampoco lo que parecía, la flamante directora financiera de una rutilante institución con un presupuesto millonario, sino la humilde sustituta del conserje con modestas funciones de paloma mensajera. ¡Vaya sorpresa! La buena mujer ha declarado ante el juez que instruye su demanda por despido improcedente que en realidad no desempeñaba las tareas propias del cargo impreso en su tarjeta de visita, directora financiera, que aparecía allí únicamente "por cuestiones de marketing", sino que su verdadera función era sustituir al conserje cuando éste no podía acudir a cobrar cheques a las entidades financieras. Naturalmente, la conserje en funciones entregaba todo el efectivo al bobo balbuceante que era quien, según ella, controlaba "hasta el último céntimo".

Algunas de las cifras que han aparecido publicadas con motivo de la comparecencia de la Sra. Montull ante al juez que instruye la causa me han inquietado sobremanera. La primera es el astronómico sueldo que cobraba la sustituta del conserje en el Consorcio del Palau de la Música Catalana: 8.566 euros al mes. Recomiendo a todos los conserjes en ejercicio, funcionarios públicos de todos los niveles e incluso ejecutivos de empresas privadas que, tras consultar su nómina, envíen una instancia con currículum para optar a la plaza de sustituto de conserje del Palau, vacante como debe estar desde que la Sra. Montull fue despedida el pasado septiembre. Absténganse quienes no puedan acreditar el nivel C de catalán.

La segunda cifra corresponde a los 97.000 euros que el Palau abonó por obras realizadas en el domicilio de la ‘conserja’ sustituta. Naturalmente, la Sra. Montull y el Sr. González, compañero sentimental y copropietario de la finca, ignoran todo sobre tan desagradable asunto. Un día, quiero suponer, se presentaron de improviso albañiles, escayolistas y demás ralea de operarios en su domicilio y sin mediar pregunta alguna ni presentarles un presupuesto comenzaron a derribar tabiques, levantar suelos y remozar ventanas mientras asistían al brutal concierto con semblantes demudados. La Sra. Montull llevó con la resignación característica de un conserje las obras en su finca –¡se habían hecho ya tantas para remozar el Palau!– hasta que un buen día desaparecieron todos los trabajadores sin despedirse ni dejar rastro. La Sra. Montull y el Sr. González, interventor de la Generalitat y auditor del Palau, recobraron poco a poco la calma de su vida cotidiana y olvidaron la pesadilla vivida durante unos meses en su casa. Ningún gremio osó perturbarles de nuevo remitiéndoles enojosas facturas.

Me ha llamado la atención, por último, las elevadas cuantías de las transacciones financieras realizadas por la sustituta del conserje titular del Palau: 3,2 millones de euros cobrados en cheques; cuantiosas transferencias realizadas a sociedades administradas por su madre para abonar gratificaciones (bonus) a favor del bobo amnésico, su padre; y desvío de 250.000 euros con facturas. ¡Menuda sorpresa la que debió llevarse el 29 de septiembre cuando los nuevos gestores del Palau le notificaron su despido disciplinario! ¿Cómo se habían atrevido unos advenedizos a ponerla de patitas en la calle, debió preguntarse, tras tantos años de abnegadas sustituciones corriendo de la ventanilla de un banco a la de una caja, soportando ora aterida las frías mañanas invernales, ora sudorosa el insufrible bochorno veraniego? Airada y despechada, la paloma mensajera interpuso demanda en el Juzgado Social 32 contra los nuevos gestores del Palau por despido improcedente.

Ante tanto desatino, abrigo la esperanza de que el juez deshaga este cruel entuerto y obligue al Consorcio a readmitir a la Sra. Montull en el puesto de trabajo que desempeñaba con tanta dedicación y le abone los salarios no percibidos durante estos terribles meses. Eso sí, espero que en su nueva etapa figure su verdadero empleo, ‘conserja’ sustituta, en la tarjeta de visita y reciba un salario acorde con sus verdaderas funciones. ¿Qué tal 10.000 del ala?

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