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EDITORIAL

El CIS, como siempre

Es difícil no interpretar esta última encuesta del CIS como un intento más del politizado organismo de favorecer al partido en el Gobierno, como viene haciendo sistemáticamente en los últimos siete años.

El observador más inocente, si no se tratara de Rubalcaba, podría incluso sentir cierta conmiseración hacia un candidato del partido del Gobierno que se desayuna en el primer día de campaña con la noticia de que incluso el oficialista CIS lo coloca a casi 17 puntos de su rival. En su último trabajo, el organismo público augura los mejores resultados de la democracia para el PP y los peores para el PSOE.

Pero las encuestas son armas de doble filo. Su elaboración, su cocina o su presentación pueden ser armas electorales; como descubriera el físico Heisenberg respecto a las partículas subatómicas, el acto de observar puede alterar el hecho observado. Esa es la razón por la que se prohíbe publicar encuestas en la misma semana en que se produce la votación. Se suele entender que una diferencia muy amplia entre dos candidatos puede llevar a desmovilizar a los votantes del ganador, que lo verían todo hecho y podrían dejarse llevar por la pereza el día de las elecciones.

Las encuestas de las últimas semanas han situado la distancia entre PP y PSOE en una muy amplia horquilla que varía entre el 11 y el 17%. El CIS, que en las últimas elecciones ha errado siempre a favor del PSOE, se ha colocado en esta ocasión en la parte más alta de las previsiones. Es difícil no interpretarlo como un intento más del politizado organismo de favorecer al partido en el Gobierno, como viene haciendo sistemáticamente en los últimos siete años.

Pero que el CIS favorezca al PSOE no debería sorprendernos. Sin duda una de las medidas que debería tomar el partido que gobierne tras las elecciones es eliminar instituciones públicas abiertamente innecesarias, como es el caso del Centro de Investigaciones Sociológicas. Pagado con los impuestos de los ciudadanos, su labor consiste en realizar encuestas con más medios que los estudios privadas pero con idéntica o peor fiabilidad que éstos, y siempre al servicio del partido de turno. En un momento en que hay que analizar las cuentas del Estado para ver dónde es mejor recortar, es difícil encontrar una partida de gasto menos justificable.

Sea por inflar las expectativas electorales del partido que gobierna o por desinflarlas, la cocina del CIS es siempre sospechosa de favorecer al que manda. No estaría de más que los contribuyentes dejaran de pagar las cacerolas.

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