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Emilio Campmany

Rajoy, el imprevisible

Después de haber expulsado del paraíso a Gallardón, se revela como el más gallardonita de los gallardonitas.

Una de las virtudes que se atribuyó Rajoy en la entrevista río que le hizo Pedro Jota la víspera de las elecciones fue la de ser previsible. Sin embargo, el líder del PP ha reaccionado a la derrota de la forma más imprevista, renegando de casi todo lo que dijo durante la campaña electoral.

Con todo, hay que recordar que no ha sido ahora la primera vez en que el presidente del PP se ha demostrado impredecible. También lo fue antes, cuando, contra todo pronóstico, dejó fuera de las listas a Gallardón. Quizá tengan razón los que dicen que el alcalde de Madrid no habría traído un solo voto más al PP, pero Rajoy no se encuentra entre quienes creen tal cosa. Entonces ¿por qué renunció a ese plus de votos que él cree saber que Gallardón habría rebañado por su izquierda?

Pensamos entonces que la respuesta estaba en la firmeza con la que el gallego afrontó la campaña electoral: si iba a recordarle a Zapatero sus muchas mentiras, si iba a denunciar las desigualdades que entre los españoles ha introducido su política, si iba a denunciar sin tapujos su rendición frente a ETA, Gallardón no era el compañero ideal.

Rajoy llevaba toda la legislatura vacilando, ahora denuncio el estatuto de Cataluña, ahora apoyo el de Andalucía; ahora me quejo de las irregularidades de la investigación del 11-M, ahora corro un tupido velo sobre el atentado; ahora denuncio la traición a los muertos, ahora dejo de asistir a una manifestación de las víctimas del terrorismo. Pero, al acercarse las elecciones, pareció que había finalmente decidido dónde quería estar.

Y ahora, tras salir derrotado, nada queda de toda aquella firmeza, de toda aquella sana indignación, de toda aquella grave denuncia. Ahora, un simple gesto, una mera frase amable del que le mintió y traicionó varias veces durante la última legislatura bastan para que se olvide de todo aquello por lo que luchó. Y no sólo, sino que, después de haber expulsado del paraíso a Gallardón, se revela como el más gallardonita de los gallardonitas.

¿Qué ha pasado para que el previsible Rajoy resulte ser más imprevisible que nadie?

Se me ocurre recordar que el número uno del PP no sólo expulsó de las listas a Gallardón, sino que no tuvo interés en que figurara en ellas Esperanza Aguirre, que nada ofreció a Rodrigo Rato y que consintió que Mayor Oreja siguiera disfrutando de su exilio en el Parlamento europeo. Todos ellos, en mayor o menor medida, habrían aportado votos a las alforjas del PP de haber estado en las listas, pero todos ellos habrían podido igualmente, en caso de derrota, desafiar el liderazgo de Rajoy con la facilidad añadida de hacerlo desde un escaño del Congreso, sin el que, como demostró Hernández Mancha, no es posible liderar la oposición. En definitiva, nuestro hombre prefirió no contar con ellos, haciendo más improbable la victoria, a cambio de asegurarse el liderazgo de la oposición hasta 2012.

Es como si alguien le hubiera garantizado que será presidente en 2012 siempre que sea capaz de mantenerse al frente del PP hasta entonces. Pero nadie puede prometer tal cosa. ¿Le habrán contado que Zapatero se ha comprometido en privado, como Aznar hizo en público, a no estar más de ocho años en el poder?

Tanta reacción imprevista en alguien que se tiene por previsible tiene que tener alguna explicación. No estaría de más que la revelara.

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