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Emilio J. González

Los peores datos posibles

A pesar de la ligera mejoría de los datos de crecimiento económico, la economía española necesita medidas para salir del profundo agujero en que se encuentra inmersa.

El Gobierno se siente muy satisfecho por los datos sobre la evolución de la economía española que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística. La caída de la actividad productiva sigue, pero parece que empieza a perder ritmo. En circunstancias normales, esto sería una buena noticia; en las actuales, y con ZP y sus muchachos y muchachas al frente de este país, no lo es.

Con tal de no hacer lo que tiene que hacer, este Gobierno se agarra a cualquier cosa que le sirva para sus fines propagandísticos. Ese es el primer problema relacionado con los datos de crecimiento económico: que el Ejecutivo pretenda hacer creer a los españoles que la crisis está tocando fondo y la recesión llegando a su fin, y así Zapatero se evitaría el tener que tomar las medidas económicas que hay que adoptar, porque son duras, pueden costarle votos y, sobre todo, van en contra de su ideología y su forma de pensar. Es más, nuestro presidente puede entender que quienes le dicen que lo que importa es la política y no la economía, que si hay crisis ya se arreglará por sí sola, tienen razón y, de esta forma, encastillarse en sus posiciones de no hacer nada y esgrimir esos datos contra sus críticos. Eso sería un gran error, pero de estos socialistas lo único que cabe esperar es que lo cometan.

¿Por qué sería un gran error? Pues porque una cosa es que en el tercer trimestre la crisis haya perdido pulso y otra muy distinta que esto sea la primera luz que señale el final del túnel. Todo lo contrario. Si vemos la situación desde la perspectiva del crecimiento económico, los datos que acaba de presentar el INE sugieren, en efecto, que podría estar cerca un primer suelo en la crisis, y digo primero porque lo que puede ocurrir es una ligera mejoría de la situación económica para volver a caer todavía más en los próximos trimestres, sobre todo en 2010. Es decir, estaríamos ante una crisis de doble valle o con forma de ‘W’. ¿Cuáles son los peligros? Fundamentalmente dos. El primero ya asoma en los datos de la contabilidad nacional. Se trata del precio del petróleo, que ya vuelve a rozar los 80 dólares por barril. Este encarecimiento del crudo ha reducido la aportación positiva del sector exterior al crecimiento y si su precio sigue subiendo, como parece que puede suceder a medida que avance la recuperación de las economías de Estados Unidos, la Unión Europea y China, las cosas se pondrán peor. Claro que si, como también puede suceder, según bastantes analistas, se produce una recaída en Estados Unidos, la cotización del ‘oro negro’ experimentará menos tensiones pero EEUU volverá a arrastrar consigo a la economía mundial.

El segundo peligro es de naturaleza financiera y específico de España. Por ahora, los bancos y cajas de ahorros españoles están encontrando recursos con cierta facilidad, debido a la política de inyecciones de dinero del Banco Central Europeo, lo cual les abre un cierto margen de huida hacia delante mediante la refinanciación de los créditos relacionados con el sector inmobiliario. Pero las facilidades del BCE ya están llegando a su fin y la pregunta es qué va a suceder cuando éstas se acaben. Pues muy sencillo, que se acabó la refinanciación al sector inmobiliario, vendrán nuevas crisis y los bancos y cajas tendrán importantes pérdidas. Por ello, el Banco de España está metiendo prisa a las cajas para que se fusionen bajo la amenaza de que o lo hacen ellas por sí mismas, o lo hace el supervisor bancario por decreto. En cualquier caso, las implicaciones de esas quiebras son claras: nuevas caídas del crecimiento y nuevos aumentos del paro. Además, cuanto más cierre el grifo el BCE, menos dinero habrá para financiar el gigantesco déficit público español, con lo que empezarán las subidas de los tipos de interés en nuestro país en un contexto de todavía mayor escasez de crédito que implicará, otra vez, más crisis. Por tanto, las cosas distan mucho de estar como para echar las campanas al vuelo.

Supongamos, no obstante, que no sucede nada de lo anterior. Bien, entonces la crisis, efectivamente, podría encontrar su suelo. Sin embargo, eso no garantiza que, a continuación, vaya a producirse el tan deseado rebote, sino todo lo contrario. La economía española no tiene motores que impulsen su crecimiento, seguirá pendiente la conclusión del ajuste del sector inmobiliario, las familias y empresas tendrán que seguir ahorrando para reducir sus deudas y, por supuesto, la tasa de paro seguirá siendo escandalosamente alta porque aquí ni el Gobierno ni los sindicatos están por la reforma laboral creadora de empleo. ¿En qué se traduce todo esto? Pues muy sencillo, en un largo periodo de estancamiento con altos niveles de paro.

Queda claro, pues, que a pesar de la ligera mejoría de los datos de crecimiento económico, la economía española necesita medidas para salir del profundo agujero en que se encuentra inmersa. Ya lo ha dicho la Comisión Europea, al advertir a España de que necesita medidas específicas para superar la crisis. Por desgracia, esas cosas a Zapatero le entran por un oído y le salen por el otro. A él lo que le importa es que los datos que acaba de publicar el INE le sirven para su propaganda y para justificarse a sí mismo por qué sigue sin hacer nada. Sólo por esto, podría decirse que los datos de contabilidad nacional son los peores posibles porque la lectura que harán de ellos en Moncloa será justo la contraria a la que deberían hacer.

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