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Emilio J. González

Un cantado

No hace falta confirmación oficial. Desde hace tiempo se sabe que el Gobierno está dispuesto a autorizar la fusión de Vía Digital y Canal Satélite Digital en una plataforma única. Sin esta operación, ninguna de las dos compañías, que llevan perdidos miles de millones de euros, es viable. Pero al Ejecutivo eso sólo le importa en parte, en la que afecta a Telefónica, la propietaria de Vía Digital, que tiene que hacer frente a los coletazos de la gestión de Villalonga, a las consecuencias de la devaluación del peso argentino, de la depreciación del real brasileño y de la crisis que azota a todo el sector de las telecomunicaciones en todo el mundo a causa de sus elevados endeudamientos –no es el caso de la operadora española– y del elevado precio pagado por las licencias de telefonía móvil UMTS, una tecnología que dista mucho de estar operativa en los plazos previstos. La empresa que preside César Alierta, por ello, ha iniciado un proceso de saneamiento que pasa por reducir, y en algunos casos suprimir, su participación en medios de comunicación. Y parte fundamental de esa estrategia es librar a Telefónica de las enormes pérdidas que cosecha todos los años Vía Digital.

Ahora la cuestión son las condiciones que impondrá el Gobierno a la operación, a la luz de lo que sea el preceptivo informe del Tribunal de Defensa de la Competencia, al que acaba de llegarle el asunto y tiene dos meses para pronunciarse al respecto. En el Ejecutivo se habla de abrir los contratos del fútbol, propiedad exclusiva de Sogecable, y del cine, repartidos entre Sogecable y Vía Digital. La intención, desde luego, es buena, porque permitiría la existencia de competidores a los dos pretendientes a la fusión, pero la realidad hasta ahora es que no se cumple lo que se tiene que cumplir: Telecinco encuentra dificultades para introducir y colocar sus cámaras en los estadios, a pesar de las sentencias que le reconocen el derecho a la información, y aquella declaración de interés público de los Madrid-Barcelona quedó en papel mojado desde el momento en que se incluyo estos partidos en los de pago y nadie hizo nada al respecto. Con estos precedentes, las dudas son más que razonables.

Luego está la cuestión de cómo obligar a la plataforma única a abrir sus contratos de fútbol y cine y, sobre todo, a qué precio se va a producir la cesión de unos derechos por los que se han pagado cantidades muy elevadas de dinero y sus propietarios actuales no son capaces de rentabilizar. Por ello, es difícil pensar que los precios de traspaso de derechos vayan a ser baratos, lo que supone una seria amenaza para la competencia a la plataforma única. Y esta es una cuestión de difícil solución pues si bien el Gobierno puede obligar a que se cedan derechos a cambio de un precio, no puede forzar a nadie a asumir pérdidas económicas por esa obligación. ¿Qué va a hacer entonces el Ejecutivo para que puedan existir alternativas a la plataforma única? Este es el quid de la cuestión porque o el asunto se resuelve de forma adecuada o la plataforma única se consagrará como monopolio per in secula seculorum.

El proceso de autorización, sin embargo, se produce en un momento especialmente interesante. Por un lado, Vivendi, el socio francés de Sogecable, se haya en serias dificultades financieras tras la desastrosa gestión de su anterior presidente, Jean Marie Messier, y los bancos le exigen la venta de sus participaciones en cine y medios de comunicación para concederle los préstamos que necesita para salir adelante. Por otro, Sogecable, al contrario que Telefónica, no tiene dinero para adquirir la participación de Vivendi en Canal Satélite Digital y si Vivendi necesita vender, el pacto para hacerlo a un comprador con el visto bueno de Sogecable puede convertirse de la noche a la mañana en papel mojado. En consecuencia, el control empresarial de la plataforma única puede estar en el aire. Quizá eso es a lo que juega el Gobierno para evitar que la fusión consagre un monopolio en manos de Sogecable-Polanco. Pero con los precedentes del PP en esta materia, probablemente también es mucho suponer.

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