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Encarna Jiménez

El talante de Rajoy

Después de la comparecencia de Gabriel Elorriaga en el debate presentado por Mamen Mendizábal el pasado lunes en TVE, ésta era la tarjeta de presentación del Partido Popular a su más alto nivel tras el XV congreso del PP.

Lorenzo Milá dirigió con corbata, formalidad y algunas canas la primera entrevista institucional en La Primera de TVE a Mariano Rajoy con el acompañamiento de cuatro periodistas de importantes grupos mediáticos: Daniel Anido (SER-PRISA), Ignacio Camacho (ABC-VOCENTO), Concha García Campoy (Punto Radio) y Victoria Prego (El Mundo). Después de la comparecencia de Gabriel Elorriaga en el debate presentado por Mamen Mendizábal el pasado lunes en TVE, ésta era la tarjeta de presentación del Partido Popular a su más alto nivel tras el XV congreso del PP, en el que se ha escenificado el traspaso de poderes de la era Aznar al mandato de Mariano Rajoy como presidente del principal partido de la oposición.
 
A lo largo de una hora, el flamante presidente tuvo la oportunidad de presentar un perfil de su personal estilo en el que había dos mensajes dominantes: Mirada hacia al futuro y nuevo talante. La entrevista, que cumplía con todos los requisitos de los programas institucionales, tuvo el grado de corrección suficiente como para compensar los dislates sectarios de otros programas, pero la suficiente dosis de adormecimiento como para que la corrección se convirtiera en aburrimiento para una gran parte de la audiencia.
 
Rajoy, persona inteligente, sorteó todo lo referente a política internacional con la referencia al consenso que ofrece al Gobierno en política exterior, que es una forma de buscar una foto diferente a la de las Azores de Aznar, pero sin enmendar la política respecto a la guerra de Irak. Fue claro al declarar que la comisión del 11-M le resulta decepcionante, y se mostró como un candidato tranquilo que piensa ejercer la oposición con otro “talante”.
 
A pesar de que, al final del programa, manifestó que no quiere caer en que el “talante” sea la manifestación de “vaciedad intelectual vestida de sonrisas”, lo cierto es que él tuvo un comportamiento que llevaba a la moderación, a eliminar la crispación y a no presentar, de momento, una imagen combativa. La impresión, tras el programa, es que el Partido Popular está ganando tiempo para recomponer su imagen y “centrarla” sin perder el soporte de votos de las últimas elecciones.
 
Mariano Rajoy se presentó sobre una plataforma naranja, que es el color que ahora eligen todos, de oscuro, y con un entrenado discurso en el que hay sobreentendidos. Los entrevistadores estuvieron en su papel de invitados con un alto grado de respeto al formular sus preguntas, que no fueron agresivas, aunque tocaron, de pasada, los temas que podían ser de más interés: Comisión 11-M, modelo de Estado, relación con Aznar o política gallega, pero con un respeto que se convertía en formalismo.
 
Rajoy tuvo como eje el futuro, su idea era transmitir que abre página y que su espíritu dialogante va, incluso más allá, que el de Zapatero, pero esto, que está calculado en términos políticos, no es la fórmula para atrapar a la audiencia. La convergencia entre el espíritu “centrista” de Rajoy y la hospitalidad de Lorenzo Milá podría ser un pacto educado, pero el resultado fue una hora tan aburrida como complaciente en horario de máxima audiencia, que acabará menguada.

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