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Fernando Serra

¿Será Ana Botella aún más solidaria?

Algunos pensamos que el mercado libre y un Estado que sepa definir bien los derechos constituyen un sistema que no solamente resulta mucho más eficiente en la asignación de recursos que cualquier otro, sino que es capaz de distribuir la riqueza de forma más equitativa. Los socialistas, y los intervencionistas en general, opinan por el contrario que las personas no son suficientemente buenas cuando actúan libremente y que, dominadas por el perverso afán de lucro, cometen injusticias, expolios y excesos que sólo desde el poder, desde el Estado benefactor, se pueden corregir y restituir. Ya sabíamos que Alberto Ruiz-Gallardón, Carmen Romero e Inés Sabanés piensan así y por eso aplauden ahora la “rebeldía” de Ana Botella que no quiere conformarse con hacer sólo beneficencia a través de mecanismos y organizaciones privadas y da el salto a la política para remediar, como ellos hacen, los males de la humanidad desde el poder.

Aunque algunos de los antes citados tildan de derechas la caridad ejercida con los recursos que libremente aportan los individuos, ninguno de ellos piensa en el fondo que esté mal ser solidario. Todos coinciden en que hacer beneficencia desde el Estado es algo superior porque, además de calificar esta labor de política social que es un nombre mucho más digno, resulta más justo y más eficaz, aunque para ello haya que utilizar métodos coactivos y obligar a los ciudadanos a que aporten su dinero para redistribuir equitativamente el bienestar. Mucho se podría discutir sobre qué método es más eficaz o, mejor dicho, más ineficaz, pero lo que resulta sorprendente es que todos los que así opinan, que desgraciadamente es la inmensa mayoría de los políticos, caigan en la necedad de creer que cuando los hombres actúan libremente en la sociedad son generalmente egoístas, codiciosos y tramposos si pueden, pero cuando esas mismas personas ocupan un cargo político o son funcionarios se comportan angelicalmente y se convierten en seres superiores, más sabios y más atentos al bienestar de los ciudadanos. ¿Se puede creer que la gente se vuelve mejor cuando aumenta su dominio sobre los demás o es que las democracias consiguen concentrar a las mejores personas en el poder?

Los economistas de la llamada Escuela de la Elección Publica han demostrado que, frente a la imagen idílica del gobernante, los cargos públicos también se comportan, de forma parecida a como lo hacen los agentes económicos en los mercados, movidos por intereses propios o grupos de presión porque su permanencia en el poder depende de agricultores, artistas, intelectuales, empresarios o sindicatos. Nadie pone en duda que en los mercados los individuos actúan efectivamente movidos por intereses propios, pero esta forma de actuar genera, sin nadie desearlo conscientemente, resultados que sirven al interés general y este desenlace será mayor cuanto más libre y abierta sea la sociedad. Si Ana Botella quiere defender, como dice, a los más necesitados lo más eficaz es que apoye esto último, pero resulta extremadamente dudoso que lo consiga con las llamadas políticas sociales que tanto defienden sus compañeros políticos de uno u otro partido. O mejor que siga haciendo la beneficencia de siempre, será tal vez poco eficaz pero al menos nunca perjudicial.

En Libre Mercado

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