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Balance de una mala gestión

El balance de Chacón es claramente negativo: nuestros efectivos no están seguros en las misiones en el exterior, lo confirman las muertes más recientes de soldados a bordo de los BMRs.

Estamos de aniversario. Se cumplen dos años del comienzo de la gestión de Carmen Chacón al frente del Ministerio de Defensa. Sus confesiones catalanistas y pacifistas, y su ignorancia en la materia no pudieron con su mejor credencial para el puesto: ser mujer.

Aquel contenido y poco impetuoso "¡Viva España, Viva el Rey!" en su toma de posesión daba el pistoletazo de salida a dos años negros para la Defensa. Comenzó con un sonado viaje a Afganistán embarazada de siete meses, arrastrando un séquito de médicos y movilizando recursos que podía haberse ahorrado. Después llegó el bombazo informativo con sus medidas para la igualdad de género en las Fuerzas Armadas con el diseño de nuevos uniformes adaptados a la morfología del cuerpo femenino. Todas acciones encaminadas a convertir Defensa en un circo mediático en donde primaba la imagen de ella en la pista central. Le gustan las cámaras, pero desde el principio siempre huyó de los micrófonos para responder a las verdaderas cuestiones pendientes.

Involucrarse en las cuestiones reales: velar por la seguridad de los efectivos dotándoles del material necesario y adecuado a las misiones; resolver sus problemas laborales; dar claridad a los objetivos de las Fuerzas Armadas y explicar en qué consisten las verdaderas misiones. Estas consideraciones son bajo las que se tiene que juzgar la gestión de estos dos años de Chacón, más allá de los gestos y de su evidente y no elegida condición de mujer.

El balance es claramente negativo: nuestros efectivos no están seguros en las misiones en el exterior, lo confirman las muertes más recientes de soldados a bordo de los BMRs; como sus antecesores, Chacón ha continuado falseando el concepto de misión de paz y misión humanitaria para esconder las acciones militares; ha preferido que una parte de nuestros profesionales vayan a apagar incendios y otros a maquillar compromisos del Gobierno; ha dejado caer los presupuestos dañando la operatividad de las Fuerzas Armadas, el apoyo logístico, la formación de los efectivos, y la I+D; ha marginado el proceso de planeamiento de la defensa y ha optado por la mera gestión circunstancial –y generalmente mal– de los problemas conforme se han ido presentando; ha intentado imponer la Ley de Carrera Militar a pesar de estar recurrida por cientos de profesionales, y ante la reciente posible inconstitucionalidad planteada por la Audiencia Nacional en dos cuestiones de dicha ley, aún no se ha pronunciado. El Playa de Bakio, el Alakrana o la salida de Kosovo son otros batacazos que además han dañado nuestra imagen exterior. Eso sí, Carmen Chacón jamás reconocerá un error en su gestión por muy contundente que ésta haya sido.

La primera gran consecuencia de su mandato ha sido el creciente descontento entre las Fuerzas Armadas. En esta escalada de malestar hay que incluir el durísimo artículo publicado recientemente por el teniente general Pedro Pitarch, calificando de tragedia y sainete la política de defensa en España. Aunque algunos han querido ver en las palabras de Pitarch –el que fuera uno de los militares mimados por la actual Administración– cierto despecho porque de él se habló como posible JEME, y se le echa en cara que no se hayan podido leer estas declaraciones cuando estaba en activo, su artículo refleja la realidad de la Defensa: en Afganistán, el Índico y el Líbano operan los efectivos españoles en una realidad que trata de disimular el Gobierno, cuya incompetencia, además de manchar la institución militar, puede traducirse en costes de vidas.

Como en el caso del malogrado Bono, el ministerio ha sido un paso más en la senda política de Carmen Chacón, que cerrará los ojos ante las próximas cuestiones de Defensa que vengan. Al fin y al cabo, dicen que pronto se irá. No va a cambiar justo ahora que las camaras no se lo exigen.

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