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Después de la batalla

La cuestión es que la crisis económica en la que nos debatimos no es la del capitalismo liberal, sino la del socialdemócrata Estado del Bienestar. Maravilloso mientras duró, pero valiente bienestar cuando nos arrastra al fondo como una bala de cañón.

Después de la batalla sigue la guerra, porque el acuerdo no ha sido más que un armisticio y en lo que ahora están en Washington no pasa de tregua. Los conservadores ganaron y las izquierdas están rabiosas y vomitan insultos. Obama tiene su elevación del techo de endeudamiento, prácticamente inevitable dada la situación de las arcas públicas, pero queda apuntado, sólo apuntado, el principio de dólar por dólar: por cada uno en el aumento de deuda habrá uno en la reducción del gasto, y parece que queda excluida la posibilidad de acortar el déficit mediante subida de los impuestos, aunque la izquierda ha insertado en el texto de la nueva ley la suficiente ambigüedad como para que eso sólo valga para esta ronda y quede abierto para el futuro. Ya empieza el conflicto de interpretaciones.

Lo grave es que con los recortes ahora previstos y los previsibles el volumen de la deuda seguirá creciendo notablemente a lo largo de la década que constituye el marco temporal de la negociación, pues el mecanismo de dólar por dólar no pasa por ahora de una desiderata republicana. Nadie, desde ningún extremo, se ha atrevido a incluir lo que en España llamaríamos "gasto social" y allí entitlements, cuya traducción literal vendría a ser algo así como derechos adquiridos. Los multimillonarios programas de sanidad gratuita para pobres, para mayores y las pensiones, más otros de menor entidad. Su coste se ha disparado y no hay arreglo posible sin disminución de prestaciones y copago. De eso sabemos aquí bastante, aunque sea igualmente un tabú innombrable. La cuestión es que la crisis económica en la que nos debatimos no es la del capitalismo liberal, sino la del socialdemócrata Estado del Bienestar. Maravilloso mientras duró, pero valiente bienestar cuando nos arrastra al fondo como una bala de cañón. En estas circunstancias, la reforma de la sanidad que absorbió lo esencial de la política interna de Obama en sus dos primeros años se puede decir que ha nacido muerta. Ni se ha mencionado en la negociación. La falacia de que ahorraba dinero y arreglaba esos programas ruinosos ni ha merecido la pena discutirse. Si se pusiese en práctica, el déficit sería muchísimo mayor.

En cuanto a los impuestos, la izquierda volverá la carga pero en la derecha muchos piensan, por ciencia económica y experiencia histórica, que efectivamente hay que abordarlos con una reforma muy sistemática y profunda, porque ahí está la solución. No en subirlos, sino en bajarlos. Hay muchos ejemplos de que un tributo más alto rinde menos. Bien a mano están los dos puntos de nuestro IVA. La reforma supone también la eliminación de numerosas exenciones y privilegios fiscales para beneficiar a las iniciativas y sectores favoritos del poder. Un sistema simplificado de transparencia e igualdad que donde y cuando se ha aplicado ha tenido efectos excelentes. En Estados Unidos se invoca el precedente de Reagan.

Que el acuerdo no es solución ha llevado a Starndard & Poor a rebajar un punto la nota de la duda americana.

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