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¿Dónde estaba Obama?

El presidente de Estados Unidos no lleva ni un año en el poder y ya ha visitado más países que cualquier otro presidente estadounidense. Sin embargo, no ha tenido un hueco para acudir a Berlín.

"Pueblos del mundo, mirad Berlín, donde un muro cayó, un continente se unió y la historia demostró que no hay desafío demasiado grande para que el mundo sea uno (...) Ahora es el momento de estar unidos". Así hablaba Barack Obama a los berlineses hace más de un año en un baño de multitudes cuando aún no era presidente de Estados Unidos. Se pavoneó ante más de 200.000 ciudadanos alemanes de quienes obtuvo una entusiasta respuesta a su arrebato transatlántico y a sus frases sobre la amistad entre naciones, todo adornado con ciertos tintes multirraciales. Un sermón que podía haber repetido estos días en el aniversario de los 20 años de la caída del muro de Berlín. Sorprendentemente, no ha acudido a las celebraciones.

Parece que el presidente estadounidense no está dispuesto a invertir parte de su tiempo en una causa o en un evento que no le reporte ningún beneficio personal o político. De otra forma no se explica por qué fue a Berlín cuando necesitaba aparecer ante el público europeo como el presidente de Estados Unidos sin serlo, ante miles de gentes que ni siquiera le podían votar en las elecciones. Sin embargo, ahora que no se trata de él sino como mínimo del pueblo alemán, no aparece para recordar por qué cayó el muro, algo más que el símbolo de la guerra fría y de la división de Europa.

Quizá Obama no se sienta cómodo con la grandeza de Estados Unidos y no quiera celebrar uno de los grandes éxitos de su país y del liderazgo estadounidense. O tal vez en verdad le tiene sin cuidado el vínculo transatlántico y prefiera darle cierta satisfacción a Rusia no aireando triunfalismos. Puede que hasta tenga miedo de que le comparen con Kennedy en su discurso en Berlín en 1963 o, mucho peor, con Ronald Reagan cuando le dijo a Gorvachov en la Puerta de Brandenburgo: ¡Tire abajo ese muro!

La ausencia del líder de la nación más poderosa del mundo en las celebraciones de la caída del muro de Berlín no ha gustado a muchos alemanes. Sobre todo porque pocos días antes, la canciller alemana, Angela Merkel, agradeció al pueblo de Estados Unidos su ayuda en la reunificación alemana, durante el discurso que pronunció en Washington ante el Congreso. "Los alemanes nunca olvidarán a los estadounidenses", dijo Merkel. Pero subiéndose al avión para regresar a Alemania la canciller tuvo que enterarse del sorprendente anuncio de General Motors de la cancelación de la venta de Opel, un acuerdo en el que batalló durante meses. La incredulidad y la indignación de los alemanes ante dicho anuncio –del que la Casa Blanca ha querido tomar distancia– y el rechazo de Obama a la invitación de Merkel a Berlín les hacen cuestionarse qué tipo de relación o alianza mantienen ambos países.

El presidente de Estados Unidos no lleva ni un año en el poder y ya ha visitado más países que cualquier otro presidente estadounidense. Sin embargo, no ha tenido un hueco para acudir a Berlín. Obama no sólo ha quedado mal ante los alemanes, sino ante el mundo entero y todo debido a su extraño concepto de la historia y de la política exterior. Le pasará factura.

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