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Españoles en Somalia

Este es claramente un mensaje dirigido a despistados y a ingenuos, pues no debemos de olvidar que Al Shabab considera desde antiguo a los cooperantes elementos hostiles, ajenos al Islam tergiversado que ellos preconizan.

Con dos cooperantes españolas, una catalana y una madrileña, secuestradas en el campo de refugiados de Dadaab (Kenia) el 13 de octubre, y trasladadas a territorio somalí, y con el pesquero ‘Alakrana’ atacado en aguas del Océano Índico el 18 de octubre, podemos confirmar de nuevo que el deterioro crónico de la situación en Somalia afecta de lleno a nuestra seguridad.

Afortunadamente la seguridad privada del atunero bermeano otrora secuestrado –y liberado previo pago de un escandaloso rescate– ha podido responder ahora al intento de ataque y eludirlo. Pero bueno es recordar que, antes de que lo capturaran en su momento, los piratas intentaron el asalto contra el mismo en varias ocasiones. Lamentablemente las dos cooperantes españolas de ‘Médicos Sin Fronteras’ no han tenido tanta suerte y no han podido evitar caer en manos de los terroristas. Aunque Al Shabab dice que ellos no han cometido el secuestro no hay por qué creer de partida a los terroristas; más cuando utilizan argumentos tan escandalosos como ahora. Los yihadistas de la filial de Al Qaida en el Cuerno de África se permiten decir que ellos no secuestran a quien "va a ayudar a su gente". Este es claramente un mensaje dirigido a despistados y a ingenuos, pues no debemos de olvidar que Al Shabab considera desde antiguo a los cooperantes elementos hostiles, ajenos al Islam tergiversado que ellos preconizan. Son para ellos herramientas de penetración de los infieles, y punto de apoyo del régimen al que combaten por apóstata. Es como cuando los piratas, también somalíes, se dicen "guardianes de los recursos y de la soberanía somalí frente a los ladrones extranjeros": otro mensaje para despistados e ingenuos, para los que no se acuerdan o no quieren acordarse de que esos piratas comenzaron atacando en 2005 y 2006 los barcos del Programa Mundial de Alimentos (PAM) que llevaban y llevan la ayuda de emergencia necesaria para, precisamente, proteger a los somalíes.

El secuestro de las dos ciudadanas españolas ha seguido al de una británica y una francesa, las cuatro capturadas en menos de un mes, y se suma al secuestro cotidiano de ciudadanos de países limítrofes, en particular de Kenia. Ello explica que las autoridades de Nairobi, como en 2006 hicieran las de Addis Abeba, hayan decidido lanzar una operación de limpieza en territorio somalí para acabar con la impunidad. Es fácil desde aquí esgrimir el Derecho Internacional y criticar la injerencia en los asuntos internos de los Estados, pero no es fácil vivir (o sobrevivir) teniendo fronteras con un Estado fallido. Si la incursión somalí dificulta más o menos la liberación de nuestras compatriotas es el tema central ahora para algunos, perdiendo de vista que la raíz del problema no es Kenia, sino los terroristas de Al Shabab. El hecho que mejor demuestra tal aseveración es comprobar que a las autoridades del Gobierno Federal de Transición (GFT) somalí, exhaustas e incapaces de controlar su territorio, no parece importarles demasiado que los militares keniatas estén persiguiendo a Al Shabab por tierras de Somalia.

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