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Hambre, terror y bombas

El jueves 26 el régimen de Pyongyang cumplió por fin, con seis meses de retraso, su compromiso de entregar una declaración sobre sus actividades nucleares. El jueves 26 volvió a incumplir, una vez más, su compromiso de entregar una declaración completa.

Y mentiras, como ineludible complemento del cuadro. El jueves 26 el régimen de Pyongyang cumplió por fin, con seis meses de retraso, su compromiso de entregar una declaración sobre sus actividades nucleares. El jueves 26 volvió a incumplir, una vez más, su compromiso de entregar una declaración completa. Las sesenta páginas del documento se refieren al proceso de fabricación de plutonio en la central de Yongbyon. Dicen, según informaciones de prensa, haber conseguido 37 kilos, material para unas seis bombas. La inteligencia americana cree que tienen cincuenta, lo que les alcanzaría para ocho. La declaración permanece muda sobre las muy secretas operaciones para enriquecer uranio, el otro combustible con el que se pueden fabricar armas atómicas. Un buen día, hace años, sorprendieron al mundo revelando, motu propio, que violaban toda clase de tratados y convenios internacionales, desarrollando esa actividad. Más recientemente vinieron a decir que se trataba de un farol para impresionar, pero que no había nada del asunto. Tampoco revelan cuántas bombas han fabricado con su plutonio, una de las cuales probaron con mediano éxito. Ni confiesan sus actividades proliferadoras, como las que conciernen a las instalaciones que los israelíes volaron el pasado seis de septiembre, en el desierto del Norte de Siria.

Poco, tarde y mal, pero dado a lo que el régimen nos tiene acostumbrados y lo mucho que está en juego, el mundo lo ha recibido con un suspiro de alivio, como un gran paso adelante, y a Bush le ha faltado tiempo para cumplir su parte del trato: pedir al Congreso que retire a Corea del Norte de la lista de países patrocinadores del terrorismo y cancelar la aplicación de una vieja ley sobre Comercio con Enemigos. Tampoco aquí es oro todo lo que reluce. La retirada de la lista dependerá, si Washington no se busca algún atajo, de la verificación de lo que los norcoreanos han manifestado, mientras que, al margen de la ley comercial citada, muchas otras restricciones y embargos subsisten.

La verificación es otro de los puntos importantes que sigue en el aire. Aunque el llamado reino heremita haya hecho algo que nunca había hecho hasta ahora, lo prudente es no tomárselo demasiado en serio mientras no se monte un sistema de verificación eficaz, sin olvidar que ninguno lo es del todo y que el país es especialmente poco propicio para ello, por su orografía montañosa, las gran cantidad de instalaciones enterradas bajo tierra y la naturaleza del régimen. Sólo este tema de la verificación, sin hablar de lo que queda por saber, puede dar lugar a una interminable danza diplomática, de pasos adelante y saltos atrás, en el que el abominable régimen de Kim Il Sung seguirá haciendo sonar su arsenal atómico y misilístico para conseguir lo único que le importa, la supervivencia de la despiadada elite que gobierna el país y que éste sea mínimamente alimentado por la chantajeada caridad internacional.

A cambio de lo poco que han dado los violadores en serie de acuerdos, Estados Unidos sobre todo, pero también sus menos activos colegas en el esfuerzo diplomático multilateral, Rusia, China, Japón y Corea del Sur, proporcionarán un millón de toneladas de fueloil, una parte de las cuales ya ha sido suministrada. Para dramatizar todo el evento, Corea convocó a las grandes cadenas de televisión para que filmaran la espectacular voladura de la torre de refrigeración del reactor de Yongbyan, su central de producción de plutonio. Simbolismo aparte, parece que esa línea queda abandonada. Cualquier intento de reconstrucción indicaría una vuelta a las andadas. O un amago de los muchos en que el régimen ha demostrado su maestría en la diplomacia de supervivencia por la coacción. Y a fuer de desconfiados, señalemos que el resto de la factoría sigue en pie.

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