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Marcando distancias

Hasta los compañeros de viaje empiezan a reconocer el papel secundario al que ZP ha llevado a España. Este domingo hemos podido disfrutar de esta perla del señor Durán Lleida en ABC: “España tenía la gran oportunidad de protagonizar el acercamiento entre los Estados Unidos y Francia y Alemania a través de nuestra presencia en Irak. Esa baza se perdió y hoy vemos como Alemania y Francia se entienden con los Estados Unidos sin tener necesidad alguna de España en ese concierto. Otra vez estamos en una posición secundaria”
 
Si tan claro lo tenía el portavoz parlamentario de CiU ¿por qué votó a favor de la retirada de las tropas? No podemos negar a esta formación firmeza en su incoherencia. En los lejanos tiempos del referendo de la OTAN negaron su apoyo a la permanencia, aunque tiempo después Pujol nos aclaró que estar dentro de la Alianza era lo correcto. En los prolegómenos de la Guerra de Irak, mientras Mas se echaba a la calle con las huestes antiglobalizadoras, Pujol explicaba en Estados Unidos las razones que le llevaban a comprender la campaña en marcha. Ahora, una vez más, afirman una cosa y la contraria a gusto del consumidor.
 
Pero no sólo desde Cataluña se marcan distancias. ZP parece tener dificultades para encontrar quien quiera asumir la responsabilidad de hacerse cargo de la embajada en Washington, la más importante de nuestro servicio exterior. Durante años fue fruta codiciada y eso que los márgenes de acción de un embajador en aquellas tierras eran limitados. España era una nación de tercer orden y su acceso a las fuentes de poder resultaba difícil. Todo cambió en estos últimos años. El progresivo papel de España en la escena internacional, el rechazo de Aznar al giro franco-alemán, su firme apuesta por el vínculo atlántico y, por último, el excelente papel jugado por Javier Rupérez al frente de la legación convirtieron nuestra embajada en un punto de referencia.
 
Por primera vez en nuestra historia diplomática el embajador de España tenía acceso fácil a los centros de decisión. No sólo podía reunirse con los máximos responsables del Departamento de Estado, sino que tenía las puertas abiertas en la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional, el Pentágono y, sobre todo, el Capitolio. Los intereses se defienden, sobre todo, en el Congreso y para ello es fundamental poder reunirse con los senadores y representantes de referencia. Hasta hace poco descolgaban el teléfono cuando el embajador de España les llamaba y aceptaban encantados la invitación a almorzar o cenar en la residencia oficial. Aquellos encuentros iban mucho más allá de los temas de seguridad. Eran fundamentales para facilitar la penetración de nuestras empresas y evitar los obstáculos que los congresistas podían plantear en legítima defensa de sus intereses nacionales.
 
¿Pero que importancia tiene eso? El ministro Moratinos explicaba hace unos días en presencia de su homólogo argentino que las relaciones con esa república hispano-americana no debían verse afectadas por los contenciosos con las empresas españolas. Para nuestro ministro los problemas de Repsol o de Telefónica no son cuestión de estado. El que la mayoría de los accionistas sean españoles, que muchos fondos de pensiones tengan amplia presencia de estas empresas en sus carteras es tema privado. Lo fundamental es que peronistas y socialistas se entiendan y compartan su rechazo al imperialismo norteamericano.
 
Al final alguien aceptará el cargo. No será Maravall ni Solchaga, que según los medios de comunicación lo han rechazado. Su estancia será tranquila, aunque no gratificante. Descubrirá que nadie relevante tendrá interés en hablar con él, que su capacidad de influencia será mínima, incluso entre la comunidad hispana que tanto agradeció a Aznar el papel jugado por España. Nuestras empresas tratarán de salir adelante por sus propios medios y todos seremos testigos de cómo un gobierno con más prejuicios que oficio ha echado por tierra el trabajo de años.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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