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Teoría de la claudicación

Putin y Chirac pueden seguir instalados en el juego de la multipolaridad en sus cumbres, pero lo cierto es que eso no pone a sus sociedades a salvo de la amenaza terrorista

En los últimos días los ataques terroristas se han sucedido cruelmente en Rusia, Israel e Irak. Hay quien piensa que esta sucesión macabra de atentados demuestra el fracaso de la guerra contra el terrorismo que está liderando Estados Unidos. Son aquellos que piensan que sólo la claudicación puede acabar con el terror y que hacerle frente sólo conduce a provocar nuevos atentados. Según este pensamiento, somos nosotros, en última instancia, los que provocamos a los terroristas con nuestras acciones para combatirlos y, por tanto, de algún modo merecemos el castigo que se nos inflinge.
 
Esta teoría de la claudicación es un profundo error moral y estratégico. No fuimos nosotros los que declaramos la guerra a nadie, sino que son los fanáticos islamistas los que se han conjurado para acabar con nuestra civilización occidental cimentada sobre el principio de la libertad. Nuestro derecho es defender con todos los medios legítimos a nuestras sociedades de este azote y expandir la democracia como mejor antídoto contra toda forma de intolerancia, de fanatismo y de violencia.
 
Francia y Rusia fueron las dos potencias que con mayor determinación se opusieron a la invasión de Irak. Al margen de sus oscuros intereses con el anterior régimen de Bagdad, ambas compartían una misma visión sobre un mundo multipolar en el que se pusiera límite a la hegemonía norteamericana. A pesar de ello, ambas naciones sufren hoy conmocionadas el azote del terror. Francia por no derogar la Ley que prohíbe los signos religiosos, léase el velo femenino, en las escuelas. Rusia por no ceder ante los independentistas chechenios.
 
Habrá también quién piense que la desgracia de Francia y de Rusia es culpa de los norteamericanos por invadir Irak. Pero eso es no entender nada. No entender ni la gravedad ni la globalidad de una amenaza que nos acecha a todos los que no compartimos una visión fanática y radical del Islam.
 
Tiene toda la razón el ex alcalde de Nueva York, Giuliani, cuando acusa a los europeos de su falta de determinación para hacer frente al terrorismo. Tiene razón el primer ministro iraquí, Alawi, cuando recrimina al Gobierno francés su falta de compromiso con su país. Putin y Chirac pueden seguir instalados en el juego de la multipolaridad en sus cumbres, pero lo cierto es que eso no pone a sus sociedades a salvo de la amenaza terrorista y debilita en gran medida el frente de la libertad contra al terror.

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