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Ya no es su guerra

Obama no tiene claro o no tiene ni idea sobre qué hacer con la guerra justa, con su guerra, pero los generales estadounidenses sí.

Mientras la muerte de seis soldados italianos en Afganistán refuerza el frente antiguerra en Europa, elcomandante de las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán lanza un mensaje de alerta: o se envían más tropas con carácter de urgencia, o de lo contrario la guerra fracasará. Un aumento de tropas que, según el general, será inútil sin un nuevo plan que deberá poner más énfasis en la protección de los afganos y en el control de territorios, en promover el buen gobierno y robustecer las fuerzas de seguridad afganas, en acabar con la corrupción y perseguir el tráfico de droga.

Así de rotundo se ha mostrado McChrystal en un informe confidencial –con el respaldo de Mike Mullen y David Petraeus– que el general puso el 30 de agosto en manos del secretario de Defensa, Robert Gates, y que The Washington Post se ha encargado de publicar. McChrystal –que aún debe entregar al Pentágono otro documento donde detalle qué refuerzos necesita exactamente– critica además la corrupción del gobierno afgano y denuncia los errores de la ISAF, cuyas tropas se han encerrado en sus cuarteles y no han protegido mejor a la población civil.

Su mensaje no ha sorprendido. Para McChrystal los talibanes son un formidable enemigo y piensa que Estados Unidos necesita una ambiciosa contrainsurgencia para alcanzar el éxito. Pero la filtración del informe llega pocas horas después de que Obama se mostrara en televisión escéptico ante la posibilidad de desplegar más tropas. Dice que no hará nada hasta que no esté satisfecho con tener la estrategia adecuada y correcta. Y eso que en marzo, nada más llegar a la Casa Blanca, Obama elaboró y anunció su nueva estrategia para Afganistán y Pakistán. Apenas han pasado seis meses y ya está revisando su aplaudido plan cuando ni siquiera se ha llegado a ejecutar y cuando los 21.000 soldados que ordenó mandar en primavera apenas acaban de pisar el país asiático.

Las elecciones del mes pasado en Afganistán, en las que la victoria del presidente Hamid Karzai se encuentra bajo sospecha de fraude, han alimentado las resistencias en la propia administración, en el Congreso y en la opinión pública, a enviar más tropas. Obama no tiene claro o no tiene ni idea sobre qué hacer con la guerra justa, con su guerra, pero los generales estadounidenses sí. Sin embargo, aunque a menudo habló durante la campaña electoral de hacer caso de los consejos de los generales en el terreno –en aquel momento sobre todo en el caso de Irak– ahora no parece estar tan de acuerdo.

"No les derrotaremos de la noche a la mañana. Esto no será rápido ni sencillo. Pero no tenemos que olvidar que no es una guerra elegida sino una guerra por necesidad. Si no atajamos la insurgencia talibán esto significará un mayor refugio seguro donde Al Qaeda puede conspirar para matar más norteamericanos. Con lo cual esta guerra no sólo es digna de ser librada, es fundamental para la defensa de nuestro pueblo". Lo dijo Obama hace poco más de un mes. Pero los ha engañado a todos. Ahora ya no es su guerra.

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