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DIGNIDAD DE LA PERSONA

La profanación de las víctimas

La verdadera figura de Zapatero gobernante no se conoce cuando llena la voz de talante, sino cuando repasamos algunas facetas de su política. En menos de un año, ZP ha introducido auténticas cargas explosivas en las relaciones y en la convivencia de los españoles.

La verdadera figura de Zapatero gobernante no se conoce cuando llena la voz de talante, sino cuando repasamos algunas facetas de su política. En menos de un año, ZP ha introducido auténticas cargas explosivas en las relaciones y en la convivencia de los españoles.
Simancas en la manifestación en favor del doctor Montes
La deslealtad con el principal partido de la oposición y el incumplimiento de la Ley de Partidos Políticos y del Pacto Antiterrorista constituyen una profanación de la dignidad de las víctimas del terrorismo.
 
Los cristianos actuamos en el mundo con todos los demás, intentamos tender puentes, caminar juntos y aceptar a cada persona por compañero de camino. El mundo, la sociedad en la que vivimos, es el camino de todos. Pero, ¿hasta dónde podemos caminar juntos con aquellos que te empujan constantemente hacia la orilla? ¿Cómo caminar juntos sin traicionar las exigencias de nuestra fe?
 
Creíamos tener en la Constitución de 1978 la base del consenso y de la reconciliación para caminar juntos. En efecto, la Ley de leyes, que nos hemos dado para aprender a vivir en democracia, dice que el fundamento del orden político y de la paz social es "la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás” (artículo 10.1). Estos principios de la Carta Magna, que brotan del reconocimiento de la centralidad de la persona, son convergentes con el eje y la fuente, a la vez, de los principios de valor permanente de la Doctrina social de la Iglesia.
 
Algunos amigos socialistas me piden que reconozca los logros sociales y civiles de las políticas de ZP y su convergencia con los valores del Evangelio. Tengo que reflexionarlo un poco más; la música suena bien, pero no se corresponde con las obras. Lo que se va viendo claro es que, desenmascarada la mandanga del talante y del diálogo de Zapatero, hay un sin fin de agravios y fechorías que son una profanación de la dignidad de los que, por distinto motivo, son víctimas. El silencio informativo impuesto por el gobierno nacionalsocialista en torno a las víctimas del derrumbamiento del barrio del Carmelo en Barcelona; el reparto de los muertos y el intento de enfrentamiento de las víctimas del terrorismo con el nombramiento del alto Comisionado Peces Barba; la negativa de Zapatero a que se investigue quién y cómo trabajaron para que él llegara al poder a partir de una masacre de 192 personas; el cerrojo impuesto a la comisión de investigación del 11M, la mayor masacre terrorista en suelo español… son algunos de los hechos que por sí solos profanan la memoria y la dignidad de los muertos y de los vivos. Además de todo esto, al socialista Simancas le vemos fotografiarse delante de un cartel que dice “Dignidad para el hospital”, en el cual un tal doctor Montes y su equipo (“Sendero luminoso”) se dedicaban a sedar de manera irregular a los enfermos, con resultado de muerte. A este “disparate político”, como le llaman en Madrid, no le hemos visto reclamar la dignidad de la vida y la muerte de las víctimas, que sería lo normal en una persona de bien. A Simancas ¿le interesa pensar que no se puede arrojar la vida de las personas a la basura a cambio de un poco de desgaste político del adversario y de la ambición del poder?
 
La corrupción de las formas democráticas, la propaganda engañosa y sectaria, el uso torticero de la justicia y el oscurantismo en el ejercicio del poder parecen inseparables de los gobiernos socialistas que he conocido. Por respeto a tantos socialistas auténticos, no quiero pensar que es así, pero mirando al pasado reciente y lejano queda esa percepción.
 
Hoy, a partir de una política de hechos consumados y rotas las reglas del juego, Zapatero reparte las cartas a unos y excluye del juego a otros, e intenta imponer una idea de España, de cultura y de convivencia construidas sobre apaños políticos pactados con grupos separatistas minoritarios. Parece que se concede más legitimidad a los objetivos de los terroristas que a las exigencias de la dignidad de las víctimas, como si la iniquidad hubiera penetrado el poder de Zapatero, obtenido sobre la masacre del 11M. Ante esta situación, caminar juntos es también no callar y no aceptar cualquier monserga. Conocida la vorágine nacionalista separatista, constatada la radicalización de ZP y consumado el cerrojazo del PSOE y sus aliados a la investigación de los agujeros negros de la masacre del 11M y, sobre todo, de las relaciones de militantes socialistas con los terroristas, es absolutamente necesario investigar a fondo, para no dejar en la opinión pública la más mínima sospecha de relación entre los hechos. La paz no es sólo la ausencia de la violencia directa.
 
En la vida y en la muerte, la dignidad de las víctimas no depende de lo que cada uno piense en cada momento. La dignidad de las víctimas del terrorismo no se acaba con su muerte; la dignidad de las personas no caduca cuando unos desalmados, por motivos políticos inicuos, deciden quitar la vida a unos seres humanos inocentes e indefensos. También después de la muerte, las víctimas tienen derecho a ser respetadas y honradas. Los creyentes queremos la paz y la convivencia como el que más; defendemos el respeto a la diversidad y el pluralismo; pero no queremos arrojar a la basura la dignidad y la sangre de las víctimas a cambio de la paz que ofrecen los afectos a la “cultura de la muerte”.
 
 
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”.
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