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Ignacio Cosidó

El triple desafío del Estatuto

pasamos de un Estado de las Autonomías a un Estado Confederal, que en palabras de Esquerra Republicana de Catalunya, y en la mente de muchos nacionalistas, no es más que la antesala de la plena independencia a la que aspiran

El proyecto de Estatuto aprobado en el Parlamento catalán supone un desafío a los tres principios fundamentales que orientan el sistema político que alumbró nuestra transición democrática: la unidad de España, la libertad y la igualdad. La coalición de la izquierda y el nacionalismo catalán, que simboliza ERC, y engloba al PSC y CiU, ha alumbrado un Estatuto que enlaza los principales errores históricos del socialismo con las peores manifestaciones del nacionalismo excluyente. Todos ellos espoleados por un presidente del Gobierno español que ha encontrado en esa mezcla explosiva el único modo de alcanzar y mantener el Gobierno y que carece de ningún otro principio que no sea la mera permanencia en el poder.
 
El Estatuto es una clara amenaza a la unidad de España porque ya en su preámbulo define a Cataluña como "nación", en contra de lo establecido por nuestra Constitución, que no reconoce otra nación que no sea la española. Con esta premisa como guía, el Estatuto establece un sistema de relación entre Cataluña y España basado en la igualdad entre las partes, las cuáles cooperaran en diferentes ámbitos sobre una base de bilateralidad. Se establece además una plena soberanía financiera, un poder judicial independiente, una acción diplomática propia y se blindan competencias para evitar toda interferencia del Estado en las competencias de la Generalitat. En definitiva, pasamos de un Estado de las Autonomías a un Estado Confederal, que en palabras de Esquerra Republicana de Catalunya, y en la mente de muchos nacionalistas, no es más que la antesala de la plena independencia a la que aspiran.
 
El Estatuto es una amenaza a la libertad porque sus 218 artículos rezuman un rancio afán intervencionista en lo económico y controlador en lo social. El texto sacraliza así un sistema político en el que los derechos individuales se sacrifican a favor de la construcción nacional, en el que el poder político mantiene sometida al conjunto de la sociedad civil y en el que la libertad económica queda condicionada a favor de una fracasada política social. Es triste observar cómo buena parte de las clases liberales catalanas se pliegan por un ciego patriotismo trasnochado a los deseos de una elite política que sólo busca su propio interés. Los enemigos de España son hoy en Cataluña los mismos que amenazan la libertad, porque lo que buscan ambos es eliminar cualquier límite al ejercicio absoluto de su poder, justificados por una causa nacional falsa, artificial y estéril.
 
El Estatuto aprobado es, en tercer lugar, un claro atentado contra la igualdad de los españoles y contra el más elemental principio de solidaridad. Una buena parte del discurso nacionalista se sustenta en la negativa a compartir parte de su riqueza con las regiones menos prósperas de España. El nacionalismo excluyente azuza así el egoísmo de los ciudadanos como elemento primario de su pretendida nación. Con su nuevo Estatuto, los catalanes darán aquello que quieran a quienes quieran y del modo que quieran, pero se niegan a pertenecer a un sistema que obliga a los más ricos a ayudar al desarrollo de los más pobres. Es este egoísmo el que tanto solivianta a esa parte del socialismo español que sigue creyendo en España aunque sólo sea por su propio interés. Gente que defiende que quebrar este principio de solidaridad es traicionar la propia esencia de su ideología.
 
¿Triunfará finalmente este triple desafío a la Unidad, a la Libertad y a la Igualdad? Es obvio que aquellos que creemos en España como proyecto de futuro y que defendemos la libertad como principio esencial de toda nuestra concepción política haremos cuanto esté en nuestras manos para parar esta agresión a nuestras creencias más fundamentales. El problema es que no será fácil hacerlo si quién debería ejercer el liderazgo en el Gobierno ya anunció su rendición de antemano ante este y otros desafíos no menores, como el del terrorismo de ETA.
 
Muchos socialistas se encuentran hoy ante un dilema difícil. Deben optar entre mantener su fidelidad a principios en los que creen la mayoría de los españoles y de sus votantes, como la unidad de la nación y la vigencia de la igualdad y la solidaridad entre todos, o mantener la alocada huida hacia adelante a la que les arrastra un líder que no tiene más objetivo que mantenerse en el poder a cualquier precio. El futuro de España y de nuestra libertad depende hoy en buena medida de lo que ellos decidan.


[1] Ignacio Cosidó es senador del PP por Palencia.

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