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Ignacio Cosidó

Gobierno cambalachista

La afición del Gobierno por los chantajes es tal que incluso puede llegar a inventárselos. Así, la Vicepresidenta señaló hace unos días la existencia de un chantaje en relación con la Guardia Civil, sin explicar ni quién lo hacía ni en qué terminos

Rodriguez Zapatero vive sometido a un chantaje permanente y múltiple desde que llegó a La Moncloa. Le chantajean sus socios nacionalistas con el fin de exprimir de recursos y competencias al Estado, le chantajean gobiernos africanos que por cada inmigrante ilegal repatriado nos pretenden cobrar su peso en oro, le chantajean ahora en relación con la Guardia Civil, según palabras textuales de la Vicepresidenta del Gobierno y, lo que es más grave de todo, consiente que le chantajee una banda terrorista matando personas inocentes con el fin de arrancarle mayores concesiones en la mesa de negociaciones que él mismo ha impulsado. Lo grave de todo esto es que cada vez que Zapatero cede a un chantaje, está poniendo de rodillas al Gobierno que representa al conjunto de los españoles. La esperanza es que haya pronto un nuevo Gobierno que recupere la fortaleza y la dignidad democrática frente a tanto chantaje.
 
El problema con el chantaje es que si uno acepta el primer envite entra en una espiral de la que es muy difícil escapar. Con cada nueva cesión que se hace, el chantajista cobra más fuerza para tratar de imponer la siguiente. El chantaje es como una trampa en la que una vez que se entra no hay más salida que la denuncia del chantajista y el reconocimiento del error que se cometió cediendo en primera instancia. Una capacidad de comprensión de la realidad, de valentía política y de capacidad de rectificación de las que el presidente del Gobierno no ha dado por desgracia la más mínima muestra en estos tres años en el poder.
 
Zapatero ha cedido a todas las exigencias que sus socios nacionalistas le han planteado bajo la amenaza de apearle del poder. Le exigieron los papeles de Archivo de Salamanca y se los entregó sin condición alguna. Le exigieron el pago de una supuesta deuda histórica con Cataluña y hoy el resto de los españoles estamos pagando esa supuesta deuda. Le exigieron una reforma del sistema de financiación y pactaron unilateralmente una nueva fórmula que garantiza un aumento de entre tres y cinco mil millones al año para Cataluña, lógicamente en detrimento de los demás. Le exigieron una relación bilateral entre Cataluña y España en pie de igualdad y el Vicepresidente de la Generalitat es recibido en nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores como si se tratara de un mandatario extranjero. Le exigieron la desaparición de la administración central de Cataluña y van camino de lograr un Estado residual sin ninguna capacidad para actuar en ese territorio. En definitiva, Zapatero no ha tenido reparos en entregar el Estado en Cataluña como prenda para poder continuar en el poder en esta España menguada.
 
Algunos gobiernos del África subsahariana han entendido también muy bien la debilidad de nuestro Gobierno para ceder a la presión. Tras el escándalo de Senegal, que fue subiendo cada vez más el precio de las repatriaciones de sus nacionales llegados ilegalmente a Canarias y que sigue sin firmar acuerdo alguno, ahora es Mauritania la que toma el pelo al Gobierno español. El viernes la Vicepresidenta del Gobierno afirmaba con rotundidad que un barco con casi 400 inmigrantes irregulares de origen asiático auxiliado por España estaban entrando en un puerto mauritano tras el acuerdo logrado con sus autoridades. Para ello, el Consejo de Ministros aprobó una partida adicional de más de 600 mil euros en ayuda al ejército de este país. Pero o los mauritanos se desdijeron del acuerdo o ese supuesto acuerdo nunca existió, porque la realidad es que al escribir estas líneas el barco sigue en alta mar sin que nadie se haga cargo de la difícil situación humanitaria que se vive en el mismo. Una vez más, la credibilidad diplomática de nuestro país queda por los suelos. Es posible que al final la crisis se solvente, pero no sabemos a que precio.
 
La afición del Gobierno por los chantajes es tal que incluso puede llegar a inventárselos. Así, la Vicepresidenta señaló hace unos días la existencia de un chantaje en relación con la Guardia Civil, sin explicar ni quién hacía el chantaje ni cuáles eran los términos de la extorsión. Por el contrario, donde no existe ninguna duda de que hay planteado un chantaje mortal es por parte de la banda terrorista ETA. Un chantaje no sólo al Gobierno, sino al conjunto de la sociedad española, que nos exige aceptar sus objetivos totalitarios a cambio de dejarnos vivir en paz. La impresión es que Zapatero se encuentra tan atrapado en esa trampa, que ni siquiera un atentado tan brutal como el sufrido en Barajas, con dos personas muertas, puede ser capaz de sacarlo de ese laberinto.
 
Rodríguez Zapatero está demostrando un así obsesivo empecinamiento en perseverar en sus propios errores, pero lo importante es que España pueda salir de este laberinto cuanto antes. La esperanza es que hay cada vez un número mayor de españoles que quieren salir de este lío y aspiran a tener un Gobierno que no acepte chantaje alguno y que defienda con firmeza los intereses generales por encima de cualquier interés partidario. La primera puerta a esa esperanza la abriremos el próximo mes de mayo y la salida definitiva la encontraremos en un Gobierno del Partido Popular presidido por Mariano Rajoy.     

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