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Ignacio Villa

Flor de un día

Falta algo más de un mes para las Elecciones Generales, y la precampaña electoral nos está dejando las cosas muy claras, demasiado pronto. Los dos grandes nombres que acuden como cabeza de cartel a estos comicios perfilan sus proyectos y sus propuestas con una suerte bien diferente. Faltan todavía cinco semanas para votar, y aunque el enfrentamiento comienza a ser duro y feroz, las diferencias entre uno y otro son mayúsculas. Unas diferencias que se manifiestan en el nerviosismo de Zapatero y en la tranquilidad de Rajoy. Muchas diferencias en el fondo y en la forma, en el tono y en los modos, en las iniciativas y en las propuestas.
 
Pero, por encima de todo, encontramos un enorme contraste entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Zapatero mariposea de aquí para allá. Propone a lo loco y sin continuidad, un día dice una cosa y al día siguiente, se olvida de lo dicho. Sentencia sobre cualquier cuestión de importancia, para, más tarde, trivializar sobre lo que ha dogmatizado. Zapatero desconcierta incluso a los suyos. Sin ir más lejos, en el inicio de esta semana, recuperó la crisis de Irak como gran cuestión de campaña; tres días después, la guerra ya no existe. Un día habla de la televisión, otro día afronta el turismo sexual, para terminar dando clases de ¿ética? en un Instituto. En definitiva, un ejemplo de puro desconcierto.
 
Mientras tanto, Mariano Rajoy mantiene el ritmo de pedalada que se ha propuesto. Se ha marcado un ritmo, un calendario y unas propuestas programáticas. Y no cambia lo previsto. De vez en cuando, hace alguna incursión en los asuntos del día, para luego volver a los ideas principales de su campaña. Se ha marcado unos objetivos, y machaca una y otra vez el ideario diseñado. Rajoy, al menos en apariencia, no se altera por nada. Es cierto que no da grandes titulares, es verdad que utiliza en ocasiones un tono anodino en sus intervenciones, incluso aburre en más de una ocasión. Pero, a la vez, ofrece una imagen sólida, seria y que provoca la confianza de los ciudadanos. A Rajoy no le ponen nerviosas las críticas, y eso es bueno, siempre y cuando no derive en pasotismo. Al candidato del PP le preocupa más lo que le llega al ciudadano que la batallita diaria con el líder socialista. Rajoy tiene su plan y por ahora Zapatero no le ha sacado de sus casillas.
 
Son dos maneras bien diferentes de afrontar una campaña electoral importante y decisiva para España. Zapatero vive hecho un manojo de nervios, mientras que Rajoy mantiene una calma que, en ocasiones, incluso pone nerviosos a los suyos. Zapatero es flor de un día, Rajoy pretende asentar un proyecto. Quizá lo primero es más vistoso, pero también es más engañoso. De todas formas, las confianzas no son buenas. Y hasta el final habrá que sudar la camiseta y la bicicleta. Zapatero ha dicho que va a ganar en el sprint final, en el ultimo minuto. Rajoy, en cambio, aguanta las embestidas, viene desde lejos con pedalada fija. Es verdad que el ciclismo sin sprinters no se entiende, pero las carreras largas las ganan los ciclistas completos. Zapatero es de los primeros; Rajoy, de los segundos. Estamos en una prueba de largo recorrido a la que se adapta más Rajoy; aunque, no hay que olvidar que los pinchazos afectan a todos.

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