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Ignacio Villa

Protagonistas y paletos

Los primeros pasos de la presidencia española de la Unión Europea no han estado marcados, precisamente, por el buen estilo y la discreción. Hubo demasiado protagonismo y excesivo paletismo, una mezcla muy poco afortunada para abordar las grandes cuestiones europeas. El Gobierno español, desde luego, no ha iniciado con buen pie la relación con la Comisión Europea en este semestre de presidencia comunitaria. El “acto de Bruselas” del pasado 30 de diciembre no tiene precedentes en la historia de la Unión, y no ha gustado nada al Ejecutivo comunitario.

En un primer momento, el Gobierno español quiso celebrar un gran acto institucional, con presencia de los Gobiernos de Bélgica y España, para dar la bienvenida al euro. Pero la Comisión frenó en seco la iniciativa y recordó a José María Aznar que el euro es patrimonio de todos los países comunitarios y que ningún Gobierno debería "personalizar" la puesta en marcha de la moneda única. En todo caso, los responsables del arranque de la nueva moneda –recordó la Comisión a Madrid– deberán ser los Gobiernos en sus países respectivos y el Banco Central Europeo y el Comisario Pedro Solbes en sus labores de coordinación para toda la Unión.

Así pues, una vez aparcada la posibilidad de “apropiarse” de la puesta en marcha de la moneda única, se fabricó la idea de celebrar un “acto institucional” más sencillo, con la presidencia saliente y la presidencia entrante, y en él que se traspasaría el testigo de dicha responsabilidad. Un protocolo que nunca se había utilizado en la Unión Europea y que tampoco ha gustado nada en la Comisión, desde donde sugieren que ha sido un gesto de excesivo protagonismo del Gobierno español. Vienen a decir que se trató de un acto demasiado paleto.

En Europa, recuerda más de un funcionario cualificado español, las cosas se hacen con más naturalidad. Las presidencias de turno van pasando de Gobierno a Gobierno con la normalidad con que se viven las costumbres institucionales en la Europa comunitaria. El “acto de la banderita”, como se conoce ya en círculos comunitarios, ha sido visto como un gesto fuera de sitio y que demuestra un afán excesivo de llamar la atención del Ejecutivo español. Y por si había alguna duda sobre las turbulencias entre Madrid y Bruselas, baste recordar que el presidente de la Comisión, Romano Prodi, ha preferido recibir a la moneda única en Viena y no en Madrid o en Bruselas, como hubiera sido normal.

El próximo martes 8 de enero, con la preceptiva visita de la Comisión Europea a Madrid, comenzará efectivamente la presidencia española de la UE. La noche anterior, el Gobierno español ofrecerá al Ejecutivo comunitario un concierto en el Auditorio Nacional. El martes comenzarán los trabajos de la presidencia y entonces empezaremos a medir los resultados. Por el momento, nos quedamos con unas declaraciones del Ministro de Exteriores Josep Piqué, que ha dicho que el Gobierno se contenta con que la presidencia española salga tan bien como las anteriores.

Por lo que parece, comienzan a bajar los humos en el Gobierno. Se están dando cuenta de que en Europa no valen “filtraciones interesadas” o “ruedas de prensa dirigidas”. En Europa se juega de otra manera: hay que trabajar con constancia y con discreción. El excesivo protagonismo abre la puerta de la envidia, y los paletismos sólo provocan la risa de los demás. Todavía hay tiempo para rectificar.

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