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Ignacio Villa

¿Quién será el próximo?

Más allá de un proceso de renovación que requiere de los lógicos abandonos, asistimos a un importante deterioro político del Partido Popular.

Sigue la desbandada. Primero fue Eduardo Zaplana y ahora le ha tocado el turno a Ángel Acebes. Este lunes el todavía secretario general del PP ha dicho que no seguirá con Mariano Rajoy después del Congreso de Valencia. En la calle Génova se preguntan quién será el próximo ante el goteo de lo que ha sido el núcleo duro del PP no sólo en estos últimos años, sino también en la última etapa de Aznar. Más allá de un proceso de renovación que requiere de los lógicos abandonos, asistimos a un importante deterioro político del Partido Popular.

Es en este contexto donde hay que enmarcar las declaraciones realizadas también este lunes por Jaime Mayor Oreja en las que reclamaba que la generación de políticos del PP que superen la barrera de los cincuenta años no sean arrumbados como si hubiesen agotado su carrera política, cuando ocurre más bien lo contrario. La experiencia no es un lastre, sino un activo que debería ser muy bien valorado. Es más, existe un alto grado de preocupación en muchos círculos del PP al observar como se va arrinconando a políticos valiosos y con un enorme bagaje a sus espaldas, mientras se abren las puertas a caras nuevas pero sin solvencia justificada ni credibilidad confirmada y que han dado claras muestras de mediocridad. ¿En qué gana el PP con el cambio? ¿Es esa la estrategia que ha diseñado Rajoy para ganar las próximas elecciones?

No estamos ya ante una simple cuestión de nombres, sino ante una nueva estrategia que estremece. Las caras nuevas, esos nombres que han aparecido de pronto, son personas que hasta el momento no han demostrado méritos que justifiquen que se les haya puesto en el cargo que ahora ocupan. Pero aún así lo más llamativo es el empeño en dejar fuera de juego a los que han dado la cara por el partido durante años, en momentos buenos y malos, en situaciones límite, en escenarios muy complicados de los que han salido muy bien parados gracias a una virtud básica en quien se quiere dedicar a la política: han tenido mucho aguante. Aguante para todo.

Con esta desbandada el Partido Popular se descapitaliza de forma innecesaria. Nadie discute la necesidad de una renovación, pero sí que se castigue a los que han dado la cara por el partido en los momentos más difíciles, para promocionar a otros a los que no se conoce mérito alguno.

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