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Isabel Durán

La destransición

Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos condenado por maltratar a su mujer, ha acudido a Barcelona a entrevistarse con Carod Rovira para que "le dé entrada" con sus contactos etarras en Perpiñán.

El humo procedente de los cigarrillos y los puros que se fumaban a placer sus señorías y se repartían con la complicidad de caminar juntos hacia el sendero de la democracia convertía el hemiciclo del Congreso de los Diputados hace 30 años en el epicentro de la política nacional. Hoy, la sede de la soberanía popular huele a ambientador y en ella destellan los ordenadores encendidos en cada escaño con nítidos aires de división y sectarismo y una fuerte sensación de mera labor funcionarial y administrativa, de trámite, ajena por completo al interés de los ciudadanos. Eso sí, con debatillos de colorín semanal de machaconas posiciones de uno y otro lado. Sin más.

La cuestión de fondo, sin embargo, no es el desprestigio al que viene sometiendo José Luis Rodríguez Zapatero al Parlamento porque, pregunten lo que le pregunten al Ejecutivo, éste responde lo que le viene en gana y "vale ya". No. El problema es que el presidente del Gobierno ha deshecho la laboriosa tarea de conciliación trabada a conciencia por los políticos de la Transición. Desde que se instaló en La Moncloa y se autoproclamó el "presidente rojo" no ha parado de torpedear la convivencia entre los españoles.

Ha blandido una falsedad tras otra intentando convertirlas en verdades históricas incontrovertibles, ha manipulado la historia de la República y la Guerra Civil a conveniencia y de manera tan falsaria que hasta alguno de los suyos le ha sacado los colores; por destrozar ha destrozado hasta el archivo de Salamanca para contentar a la bestia nacionalista. Empezó contando mentiras, las de su propio abuelo, el capitán Juan Rodríguez Lozano, a quien erigió un monumento en el lugar del frente republicano leonés donde nunca se incorporó, y ha acabado contándonos el cuento de la buena pipa con tal de no dar ni una sola explicación sobre sus pactos con la ETA.

Su política de todos contra el PP aunó entusiasmos sin par entre los radicales de la izquierda independentista, la rancia derecha nacionalista vasca, los apolillados gallegos del extremismo nacionalista, sus homónimos navarros e incluso a los variopintos y amables canarios. Aunque tres años después anda a tortas con casi todos sus socios, el engarce común sigue siendo todavía el cordón sanitario. Un cordón que ha vuelto a recalar en Perpiñán.

Y es que Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos condenado por maltratar a su mujer, ha acudido a Barcelona a entrevistarse con Carod Rovira para que "le dé entrada" con sus contactos etarras en Perpiñán. Anda el Gobierno a la desesperada y, a pesar de los muertos, necesita que ETA se siente de nuevo a la mesa. Y piensa que antes o después lo conseguirá.

Zapatero busca un Perpiñán 2 mientras sus enviados abren el abanico de opciones con Ibon Arburu, el número dos de "Txeroqui", jefe de los pistoleros. ZP quiere consumar la destransicióny se volverá a sentar con los terroristas a espaldas de todos. Y si no, al tiempo.

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