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Isabel Durán

Rajoy, rumbo a La Moncloa

El meollo de la cuestión no está en el "triste y derrotado" aspirante a moverle el sillón al jefe sino el golpe de efecto del fichaje de Pizarro que tiene rabiosamente descompuesto a Z, a Pepiño y a todas sus huestes

El presidente del Partido Popular ha puesto rumbo a La Moncloa de la mano del mejor fichaje jamás hecho por ningún partido. Manuel Pizarro es sinónimo de excelencia en el trabajo, en los valores, en el triunfo y en la renuncia a una vida cómoda para fajarse al servicio de todos sus compatriotas. Es un icono para la política, representa la solvencia y la esperanza en un futuro mejor en las economías de todas y cada una de las familias españolas frente al vértigo de la incompetencia y el sectarismo socialista elevados a la máxima potencia. Con el fichaje de Pizarro, Rajoy se sitúa como el hombre fuerte que necesita el PP capaz de formar el mejor de los equipos para recoger los destartalados mimbres de la nación e intentar recomponerlos.

Pero no ha sido un camino de rosas. Ha tenido el gallego que superar el martes negro de Génova 13. La monumental zapatiesta genovesa ha puesto a cada uno en su sitio en el histórico cónclave del 15 de enero en la planta séptima entre Rajoy, Acebes, Gallardón y Esperanza. Tras comprometerse por tres veces a no hablar de su posibilidad de abandonar la política debido al gigantesco chasco sufrido por su mega-ego al no ir en las listas para el Congreso de los Diputados, lo primero que hizo el alcalde de Madrid al salir de la reunión fue cantárselo al diario ABC. O sea, traicionar a Rajoy y al PP. Bingo. Eso sí, para luego desdecirse de nuevo, y va la tercera, y prometer a su "padrino" Fraga que seguirá en la pomada. Viva la lealtad y la palabra dada, pero sobre todo, ¿se imaginan a un presidente del Gobierno que ejerce sus labores a golpe de pataleta? Estremece pensar las consecuencias.

Afortunadamente ahora, definitivamente, ya no toca. Si hay algo que reprochar al líder del PP es lo mucho que ha tardado en tomar esta decisión. Sin embargo, el meollo de la cuestión no está en el "triste y derrotado" aspirante a moverle el sillón al jefe sino el golpe de efecto del fichaje de Pizarro que tiene rabiosamente descompuesto a Z, a Pepiño y a todas sus huestes monclovitas y ferracianas mientras se desgañitan en utilizar el gallardonazo para arremeter furibundamente contra el PP. El Gobierno del insulto lleva camino de quedarse afónico con tan broncos vituperios.

La vicevogue le dedicó a Pizarro la lindeza de tildarle de "indecente", después llegó Rubalcaba para calificarle de "miserable" y, entre medias, una auténtica catarata de descalificaciones desde el gallinero de las siglas de Pablo Iglesias. Una bienvenida de indudable cortesía democrática sin tacha. En fin, ladran, luego cabalgamos, piensa la mayoría de los ciudadanos a los que el PSOE quiere expulsar de la política. Acierta, pues, Rajoy con el ticket. Va por el buen camino. Es "largo, duro y difícil" (parafraseando a Z sobre su engaño masivo junto a la ETA), pero necesario para el futuro de todos. Hay demasiado en juego. Por eso, esta semana, estamos de enhorabuena.

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