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Jaime Ignacio del Burgo

¿Debe abstenerse el PP?

Abstenerse a título gratuito permitiría a Rodríguez Zapatero saborear su triunfo hasta límites democráticamente "zerolianos" al resultar investido sin ningún voto en contra.

No dudo de la buena intención de quienes sostienen que el Partido Popular debiera abstenerse en la votación de investidura de Rodríguez Zapatero. Aducen como argumento principal que este gesto evitaría al PSOE la necesidad de mendigar votos entre los nacionalistas y contribuiría a la distensión política entre los dos partidos nacionales imprescindible para la recuperación del consenso en las grandes cuestiones de Estado. Es una opinión legítima, por supuesto, pero a mi modesto entender errónea.

Otra cosa distinta sería si el PSOE –a quien le corresponde tomar la iniciativa– ofreciera al PP un pacto de Estado sobre todo aquello que motivó la confrontación habida durante la pasada legislatura como son, entre otras, la defensa de la Constitución y de la unidad de España, el Estatuto de Cataluña que supone una reforma constitucional encubierta, la ruptura del consenso en materia antiterrorista, la cuestión de Navarra, la reapertura de las heridas de la guerra civil, la agónica situación de los órganos constitucionales (Tribunal Constitución y Consejo General del Poder Judicial) a causa de una politización exacerbada y la inmigración. Sólo si esto fuera así y, con luz y taquígrafos, se alcanzara un acuerdo razonable, la abstención tendría sentido. En caso contrario, abstenerse a título gratuito permitiría a Rodríguez Zapatero saborear su triunfo hasta límites democráticamente "zerolianos" al resultar investido sin ningún voto en contra.

Por otra parte, nada hace indicar que Rodríguez Zapatero esté dispuesto a rectificar la política de "al PP, ni agua", derivada del malhadado pacto del Tinell. Por el contrario, lo único que sabemos es que el PSOE se ha apresurado a echar los tejos a los nacionalistas.

Es bien sabido que los votos, una vez depositados en la urna, carecen de exposición de motivos. Por este motivo, suele ser temerario hablar del "mensaje" de los electores. Pero parece indiscutible que quien confió en Rajoy lo hizo porque rechazaba a Rodríguez Zapatero, y viceversa. Éste, además, no ha dado síntoma alguno de estar dispuesto a rectificar su anterior conducta. Por el contrario, desde el primer momento manifestó su decisión de pactar con los nacionalistas, sobre todo con el PNV que, a su vez, parece dispuesto al acuerdo. Pronto saldremos de dudas y conoceremos cuál ha sido el precio a pagar por la conformación de una mayoría que proporcione estabilidad al futuro Gobierno.

Algunos comentaristas reprochan a Rajoy su falta de iniciativa en estos últimos días, mientras las decisiones del PSOE acaparan la atención de los medios de comunicación. Es lógico que esto así sea, pues es al partido ganador quien tiene la responsabilidad de mover ficha el primero. Pero el presidente del Partido Popular no está desaparecido sino que se ha tomado un tiempo razonable –hasta el próximo lunes- para nombrar al equipo parlamentario que le va a acompañar en esta legislatura. Hace bien en no precipitarse. De la decisión que adopte ahora dependerá en buena medida la eficacia de su labor de oposición durante los próximos cuatro años. El acierto en la elección del portavoz –o la portavoz– en el Congreso y en el Senado es la clave, sin lugar a dudas, pero sin olvidar la importancia del resto de los consejos de dirección (secretario general, portavoces adjuntos y miembros de la Mesa de la Cámaras) así como la designación de los portavoces de área.

Por fortuna Rajoy tiene donde elegir. Los grupos parlamentarios están repletos de personas brillantes, competentes y comprometidas con los principios, las convicciones y el programa electoral del partido Una vez nombrado el equipo directivo y, sobre todo, cuando se conozca el programa de gobierno del candidato a la presidencia y el "precio" de la investidura habrá llegado el momento de tomar la iniciativa y de jugar al contraataque formulando a un tiempo críticas y propuestas.

Diez millones y medio de votos respaldan a Mariano Rajoy. No han sido suficientes para llevarle a la Moncloa. Resulta imprescindible reflexionar sobre las causas de la derrota y, sobre todo, ver qué se puede hacer para eliminar los "agujeros negros" (sobre todo en Cataluña) que han impedido cosechar un triunfo que parecía al alcance de la mano. En cualquier caso los resultados obtenidos constituyen un excepcional respaldo a la labor de oposición del líder popular desarrollada en circunstancias especialmente difíciles y de sobra conocidas. Las cosas no van a resultar nada fáciles, mas no hay motivos para la desconfianza. Por eso el derrotismo y la crítica destructiva no conducen más que a la desmoralización y a la tentación del desistimiento. Algo que el Partido Popular no puede permitirse en modo alguno.

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