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Jorge Vilches

Historia de Rubalcaba

Todo indica que el Fouché socialista no resistirá la derrota del 20-N y que el 38º Congreso del PSOE previsto para febrero de 2012 servirá para decirle adiós.

Todavía recuerdo cuando se comparaba a Rubalcaba con Joseph Fouché, aquel político francés que, gracias a la intriga y a su supuesta poderosa inteligencia, supo mantenerse en el poder a pesar de los cambios de régimen en la Francia revolucionaria. Todo indica que el Fouché socialista no resistirá la derrota del 20-N y que el 38º Congreso del PSOE previsto para febrero de 2012 servirá para decirle adiós.

Lo cierto es que la derecha le tenía miedo. La sola mención de Rubalcaba parecía alterar los nervios de la gente del PP. Se le atribuía una mente planificadora, omnicomprensiva, rápida para resolver, cruel con el adversario, certera en la respuesta. Esa capacidad para descolocar a la derecha era lo que enamoraba a la izquierda. Sus contestaciones a las críticas populares eran coreadas por la prensa amiga y reídas por los incondicionales, mientras él sonreía encorvado y frotándose las manos.

Rubalcaba se había convertido en el sustituto de Alfonso Guerra, aquel al que se recibía en los mítines con la famosa frase: "Dales caña, Alfonso". Lo curioso es que Rubalcaba fue uno de los que ocuparon el hueco que dejaron los guerristas en 1991, cuando los felipistas, llamados "renovadores", les ganaron la batalla interna. No había ninguna diferencia ideológica entre los dos bandos, solamente se trataba de una cuestión de poder.

Así, despejado el camino, Rubalcaba se encargó del Ministerio de Educación y Ciencia en 1992, tras diez años en la sombra de dicho organismo. Es más, fue él el que perpetró la malhadada LOGSE, culminación de la deriva educativa de las últimas décadas y la mayor responsable del desaguisado actual. Y una vez ganadas las elecciones de 1993 se le encargó el Ministerio de la Presidencia, convirtiéndose en el portavoz del Gobierno desde julio de 1993 a marzo de 1996.

Respondió con creces a la misión encomendada por González: negó reiteradamente que el Ejecutivo socialista tuviera alguna relación con los GAL. Y con la misma cara de no haber roto un plato negaba la corrupción generalizada que azotó España en los momentos más tristes de la crisis económica, cuando el desempleo llegaba al 24%, la Unión Europea nos dejaba fuera de la unión monetaria por no cumplir ni una de las condiciones de Maastricht, y los sindicatos hacían una huelga general en 1994 con un éxito no despreciable.

Llenaban las páginas de algunos diarios, no de todos, los Roldán, Mariano Rubio y tantos otros escándalos de corrupción, mientras Rubalcaba lo negaba todo. El mismo papel desempeñó en la cartera de Interior entre 2006 y 2011, cuando Zapatero le encargó la negociación con ETA a pesar de que en el año 2000 él mismo estuvo en la creación del "Pacto por la Paz y contra el Terrorismo". Un papel del que salió el turbio asunto del bar Faisán.

Rubalcaba ha sido quizá el hombre más destacado del zapaterismo, junto a Moratinos y Blanco, desde que en la noche del 13-M de 2004 apareció en la televisión para romper la jornada de reflexión diciendo que los españoles no merecían un gobierno que les mintiera. Y así es corresponsable de toda la política de Zapatero que nos ha llevado a la crítica situación actual.

Con su previsible desaparición de la escena política en los próximos meses, se va el último componente de la generación socialista de 1982. Es un largo adiós; de ahí que aparezca en la campaña del brazo de González y Guerra. Se va sin que la nueva generación socialista, los Zapatero, Pajín, Blanco o Chacón, se muestre como el relevo deseable. Para entonces, Rubalcaba ya será Historia.

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