Menú
Jorge Vilches

Ponga un verde en su vida

Y Llamazares despechado. La pancarta que pintó con Zapatero, rota. La pareja de hecho que se paseaba, feliz aunque vociferante, por las calles de Madrid, hecha añicos. Zapatero, ahora, es más ecologista que él porque ha llegado a un acuerdo electoral con Los Verdes. Llamazares, cual Lenin redivivo, señala al socialdemócrata traidor, a la aristocracia obrera conformista con el capital. Denuncia que el PSOE llama al voto útil, y que acepta, como la derecha –¿cabe mayor insulto?–, que la economía española ha ido bien durante los Gobiernos de Aznar.
 
Caldera y Blanco han llegado a un acuerdo con Los Verdes, los ex amigos de IU. Los socialistas han aceptado todos los postulados ecologistas pero, eso sí, en un plan retórico y vago. Tras las grandes palabras no hay más que la vieja idea de la vanguardia obrera: poseemos la única luz que iluminará un mundo en tinieblas. "Es la utopía"; sí, pero la utopía, en la historia, sólo ha llevado al romanticismo huero o a la dictadura. El acuerdo rojiverde pretende propiciar una "mayor responsabilización ciudadana" con "cambios en las tecnologías y en los hábitos de consumo". ¿Cómo? Lo explican con el tono paternalista del iluminado: "fortaleceremos la educación y la información ambiental". Pero no sólo esto. Saben que la sociedad civil se resistirá, por lo que advierten su "tolerancia cero frente a quienes pongan en peligro la salud y la seguridad ambiental". A las ecotasas a las grandes empresas le sumarán la reorientación del gasto público para que éstas se adapten al Protocolo de Kioto, la sustitución de la energía nuclear por otras más políticamente correctas, la reserva del agua del Ebro para Maragall y Marcelino Iglesias, y el apoyo a la agricultura y ganadería ecológica haciéndola compatible con los "derechos de los animales". Todo, claro, dentro del "máximo consenso social".
 
Lo mejor, sin duda, es su pretensión de detener el crecimiento de las ciudades y la "excesiva concentración de la población en determinadas áreas", junto a la exaltación de los "transportes colectivos" y el "uso de la bicicleta". Aldous Huxley ideó mejor esta planificación maoísta.
 
No obstante, ¿cómo es posible que un movimiento social como Los Verdes, muy dividido y pequeño, que jamás ha conseguido un diputado, que cuenta con unos miles de votos, haya impuesto al PSOE este Plan Quinquenal? Los socialistas podían haber incorporado a su programa unas propuestas similares sin darle la mano a los verdes, pero parece que lo que cuenta es la imagen, lo políticamente correcto, con independencia de la sensatez y del pragmatismo que debe guiar a todo partido serio.
 
Una cosa, al menos, se habrá ganado con el acuerdo rojiverde. Ya no asistiremos, con bochorno, al abucheo que esos artistas, progresistas ellos, dedicaron a Mendiluce en las últimas elecciones autonómicas madrileñas. "¡Traidor, traidor! ¡Le quitas votos a la izquierda!", le gritaban los adalides de la cultura y la libertad en el Círculo de Bellas Artes. Mendiluce se debió sentir como los diputados y concejales del PP que fueron acosados, zarandeados y agredidos, allá por donde iban, por los boicoteadores profesionales del "No a la guerra": verde de vergüenza ajena, y rojo de ira.

En España

    0
    comentarios