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José García Domínguez

De la impotencia del poder

Unos y otros, todos, quieren creer en los escapularios macroeconómicos de Lord Keynes con la misma entrega que sus bisabuelos pusieran en las bulas de cuaresma de Pío XII. Por eso, el unánime desprecio a los políticos que ahora se predica.

Julio Camba, que caló como pocos al paisanaje patrio, puso por escrito lo que sigue a propósito de esa eterna grey celtíbera que sienta cátedra en las barras de los bares, arregla el país con un carajillo en la mano, y se arranca la palabra a berridos en las tertulias: "Todo el mundo sabe que, en el fondo, el español es un pobre hombre y que su cólera es la cólera de la impotencia, de la falta de fuerza y de confianza en sí mismo para tomar una determinación y seguirla serenamente".

De ahí, sin duda, la ferviente entrega con que aquí se rinde culto al Estado. Una superstición pagana que se manifiesta en toda su irracionalidad con la fe en la capacidad del Gobierno para conducir la economía BOE a través; indigesto brebaje ideológico con el que comulga el grueso de la afición. Y es que se trata de una sopa boba transversal tan cara a los devotos de la izquierda como a sus pares de la derecha. Nada extraño, por lo demás, si se repara en su receta: ese caldo espeso que surge de mezclar los prejuicios antiliberales del conservadurismo de Atapuerca con las rémoras de aquel marxismo tosco que cultivó una izquierda tan poco dada a sutilezas intelectuales como la nuestra.

Razón última, ésa, de que el pueblo soberano exija al Solbes o la Salgado de turno que obren milagros idénticos al del can de San Roque lamiendo las llagas purulentas del PIB. Así, unos y otros, todos, quieren creer en los escapularios macroeconómicos de Lord Keynes con la misma entrega que sus bisabuelos pusieran en las bulas de cuaresma de Pío XII. Por eso, el unánime desprecio a los políticos que ahora se predica; un repudio que no surge del lúcido escepticismo del individuo, sino de la frustración airada de una feligresía que confía en la omnipotencia del Leviatán.

Ésa ignorante de que a la "ciencia" económica le sucede igual que a aquel Papa renacentista, el que espetó a un cardenal de la Curia: "¿Usted cree o está en la idea?".Y es que hace décadas que ninguna de las tendencias importantes que surgen en la realidad se compadece con lo que la teoría prevé. ¿Zapatero o Rajoy? No, gracias. Steve Jobs, por favor.

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