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José Ignacio del Castillo

Nuestros pacifistas tuertos

No son tiempos de paz en el subcontiente indio. Pakistán continúa desarrollando su arsenal nuclear. El último episodio acaba de producirse este pasado domingo al ser probado con éxito el misil Ghaznavi (Hataf-3) capaz de transportar ojivas nucleares con un alcance de 290 kilómetros. Por su parte, los choques fronterizos, los enfrentamientos en la disputada región de Cachemira y los enfrentamientos religiosos, siguen cobrándose su canon en vidas humanas.

Parece sin embargo, que todo esto no supone riesgo alguno para la vida de los más de mil millones de habitantes de la zona. No me cabe duda de que, en otro caso, “nuestros pacifistas”, tan conscientes y comprometidos como son ellos, ya habrían organizado protestas y manifestaciones ante las respectivas embajadas. Algo de particular que se nos escapa debe tener el armamento nuclear de este par de “países no alineados” para que Carl Sagan no haya patrocinado la segunda parte de la película El día después. A comienzos de los años 60, Bertrand Russell y otros intelectuales de postín lideraban organizaciones “concienciadas” ante el riesgo de un inminente holocausto nuclear. En su “desinteresada lucha”, nos advertían que los presidentes de los EE.UU. y de Gran Bretaña eran peores que Hitler, ya que éste sólo había exterminado a los judíos, mientras que aquellos tenían intención de acabar con toda la especie humana. A la vista de los recientes acontecimientos, será que tales maldades sólo pueden corresponder a los mandatarios de países libres y capitalistas, porque ningún intelectual ha abierto siquiera la boca en este conflicto no occidental.

En realidad, no hay nada de qué extrañarse. Ocuparse en este tema no dejaría en demasiado buen lugar el activismo “no-violento” de su idolatrado Gandhi. Ya sabemos que lo intolerable eran las porras británicas y no las guerras y las masacres interreligiosas entre musulmanes e hindúes. Serviría además para recordar que Nerhu, el gran ideólogo socialista del Tercer Mundo, se empecinó en mantener a una Cachemira de mayoría musulmana bajo el control de la India tan sólo debido a que él era oriundo de dicha región. Está claro que el asunto, por tanto, no merece la pena. Lo suyo es atacar a Bush, que acaba de firmar con Rusia un nuevo acuerdo de desarme, y a Reagan, que acabó con la Guerra Fría sin disparar un tiro. Eso sí, la próxima vez que vean a un “pacifista” en televisión tengan cerca un orinal. Es aconsejable para no ensuciar la moqueta con los vómitos.

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