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José María Marco

Una opción razonable

La tragedia de este asunto es que el Partido Socialista ha demostrado una vez más que se ha convertido en una organización frentista, antidemocrática, y que prefiere lamer la mano de quienes están dispuestos a hacerles la vida imposible

La opción de gobierno elegida por UPN en Navarra tiene varios inconvenientes. Sanz parece, y tal vez llegue a ser, un rehén de un Partido Socialista que desde el primer momento ha amenazado con la moción de censura y avisa de la necesidad de gobernar de otra manera. (¿Qué querrá decir esto, como no sea que gobiernen quienes han perdido las elecciones?)

Otro aspecto negativo es que retira la dimensión nacional de la política navarra, dejando reducido la gobernación de Navarra a una cuestión estrictamente local. Esto no estaría mal, y de hecho sería lo deseable, si Navarra no estuviera amenazada por el anexionismo nacionalista vasco. Ahora bien, después de todo el movimiento de defensa de la identidad foral y española de Navarra, el repliegue puede ser mal entendido, incluso como un acto de desapego por parte de quienes apelaron a la solidaridad del resto de los españoles, y la obtuvieron con generosidad.

Juan Cruz Alli recurrió el otro día en la COPE a un argumento de índole identitario: lo propio de Navarra es su tradición pactista, que han salvaguardado ahora asumiendo las riendas del gobierno y tendiendo la mano a los socialistas. Personalmente, es el argumento que menos me convence, e incluso que más sospechas me suscita. Parece que el resto de los seres humanos no fuéramos capaces de comprender la "cultura" Navarra. Así empiezan siempre los nacionalismos.

Se han escuchado argumentos más sólidos para justificar la conducta de UPN. Primero, que las salidas de tono de Rodríguez Zapatero desde Sanlúcar son de consumo interno, para intentar aplacar el problema que él mismo ha montado. Que finja salir victorioso de esta crisis no quiere decir que eso sea cierto: al revés, los socialistas han salido perdiendo en todos los frentes.

Es cierto que el Gobierno de Miguel Sanz va a depender de quienes se han declarado sus enemigos. Pero como bien ha recordado Sanz ante el Parlamento local, es él quien tiene la carta de la disolución. La moción de censura de los socialistas llevará aparejada la vuelta a primer plano de lo que ahora se ha querido evitar, que es la escenificación de la alianza del Partido Socialista con el salvajismo nacionalista.

Entre los salvajes parece haber, además, ciertas diferencias. Quiere decirse que algunos, tal vez, se dejarán pasar la mano por el lomo. Siempre que no se les dé consejerías como la de Educación puede valer la pena intentarlo.

Tampoco parece ser una buena estrategia machacar al adversario en un momento tan dramático como este. Entre otras cosas porque no está mal que el electorado, incluido el socialista, siga comprobando que los únicos radicales en España están entre sus filas y las de aquellos con quienes se han empeñado en gobernar.

En total, creo que los argumentos a favor de la posición de Sanz son consistentes y hay que desearle suerte y buena mano. Y nada de ingenuidades: la tragedia de este asunto es que el Partido Socialista ha demostrado una vez más, por si a alguien le quedara alguna duda, que se ha convertido en una organización frentista, antidemocrática, y que prefiere lamer la mano de quienes están dispuestos a hacerles la vida imposible, cuando no a matarlos, que a defender las instituciones constitucionales y la libertad de todos.

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