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Durante una conferencia en Jerusalén, Milan Kundera dijo que estaba hablando en el corazón de Europa. También Cuba tiene el corazón fuera del cuerpo desde hace algunas décadas, latiendo con un vigor inexplicable. En el tosco imaginario de la izquierda española, que extiende su estulta visión del mundo a una parte de la derecha, los cubanos de Miami son una mafia de fascistas redomados que esperan el momento propicio para golpear a un régimen heroico, perseguido y solidario, tras largos años de embargo que habrían asfixiado su economía.

No saben, porque no leen, que el comandante es un chiflado que condecora vacas, y que si los presos de Fidel (que son todos los habitantes de la isla) no se han muerto ya de hambre es gracias a los flujos de dólares que aún bombea generosamente el extirpado corazón. Un órgano tan vivo que ha convertido el villorrio de Florida donde fue a caer en una de las ciudades más dinámicas de los Estados Unidos. Las sucesivas oleadas de exiliados aprovecharon magistralmente su emplazamiento estratégico, convirtiéndolo en un emporio del comercio y el turismo. Hoy su aeropuerto ofrece más vuelos a Iberoamérica que ningún otro en el mundo, su puerto el mayor número de rutas de carga marítima a Iberoamérica, y no hay en el planeta una zona franca privada mayor que la suya. También es el segundo centro bancario internacional de los Estados Unidos y la sede de varias redes hispanas de televisión. Una impresionante muestra de espíritu emprendedor que brilla con luz propia en el país de los emprendedores por excelencia.

La supuesta mafia cubana de Miami son centenares de miles de individuos pacíficos y trabajadores que han desbordado la ciudad, se han esparcido por el área metropolitana y la han hecho rica tras centralizar el comercio con las Américas. Son una comunidad bilingüe que a los españoles nos hace sentirnos como en casa. Mientras tanto, los comunistas zumbones, tan caros a la Europa de los periodistas iletrados y los escritores estabulados, se ha dedicado a hacer lo único que sabe hacer el comunismo: destrozar material y espiritualmente a la población.

Busquen en unos grandes almacenes de Madrid o de Barcelona algo sobre Cuba. Encontrarán cuatro o cinco hagiografías del Ché y todo tipo de camisetas, posters y pins con el rostro de ese asesino despiadado que falsificó su título de médico, hizo fusilar a millares de sus nuevos compatriotas y, no contento con ello, se dedicó a sembrar el cáncer revolucionario en el continente americano.

Miami es una oportunidad de oro para los españoles que deseen emprender proyectos en Estados Unidos. En sus tiendas hay carteles donde se lee English spoken, y cuando sus gentes nos oyen hablar y nos reconocen españoles gracias a la ce que nos delata, su rostro se ilumina y evocan a sus abuelos de Galicia. Aquí les pagamos con el prejuicio e insistimos en el alto nivel de la sanidad castrista con la secreta intención de ocultar bajo el manto solidario una semanita de turismo sexual. Da asco.


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