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El "sillón-bol" (así, sin anglicismos que valgan) acabará siendo deporte olímpico. Cosas más raras se han visto en los Juegos de Invierno, e incluso un campeonato de bridge. ¿Por qué no el "sillón-bol"? Yo, sin ir más lejos, tengo varias medallas en dicha disciplina. A saber: una de plata que logré en Los Angeles-84, acompañando a Juanito Corbalán en la conducción de aquella selección histórica que entrenó Díaz Miguel. Otra, de oro, en Barcelona-92, con aquella generación (Kiko, Solozábal, Miguelito Hernández, Toni...) de jugadores geniales. He sido una vez campeón de Europa de baloncesto. Fue en 1980, y botando el balón con Carmelo Cabrera por el pasillo, y he conquistado hace poco una Copa Davis de tenis. He sufrido, y he ganado. También he perdido, como en aquella final parisina de la Eurocopa en la que se nos coló el balón por debajo de los brazos a Luis Miguel Arconada y a mí. O aquella vez que Julio Cardeñosa y yo sólo teníamos que empujar el balón para que entrara en la portería brasileña. Fue en el Mundial del 78. Lo pasamos fatal. Por eso yo homologaría el "sillón-bol".

Hay una palabra clave en el sillón, y es "¡ahí!". ¿Dónde?... "¡ahí, ahí!", como si el jugador de turno pudiera oírte. A la hora del pase definitivo, todo el mundo sabe dónde tiene que ir medido el balón, milimetrado, matemático. ¿Dónde?... "¿Dónde va a ser? ¿No te das cuenta o qué?... ¡Pues ahí!"... ¿Ahí?... "¡Ahí, sí señor, ahí!". Claro. También existe entre los "sillón-boleros" una pregunta clave, mezcla de indignación y un "ya-lo-sabía-yo". La pregunta es la siguiente: "¿Estás tonto?" Eso significa que algo no ha ido bien, que algo no ha funcionado como teníamos planeado. "¿Estás tonto?". Yo he hablado con muchos jugadores a través de las 625 líneas, e incluso creo que un día Leal —jugador del Atlético de Madrid de los años 80— me oyó, porque se me quedó mirando muy fijamente. Fue un primer plano terrible y debo reconocer que no pude sostenerle la mirada. Hizo un ademán, se dio media vuelta y me mandó a paseo con la escayola. Pero es que a mí Leal me ponía muy nervioso, y no hacía más que gritarle siempre lo mismo: "¿Estás tonto?".

Cuando le pegaron el botellazo a Juanito en aquel partido histórico en Yugoslavia, me dolió la cabeza durante 24 horas. Aquella vez que le robaron la Copa de Europa de baloncesto al Barcelona, Montero y yo estuvimos una semana sin levantar el vuelo. Por eso tendrían que otorgarle el rango de olímpico al "sillón-bol". Me iba a forrar a ganar medallas, y sin anabolizantes por medio.

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