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Mark Steyn

¿Apaciguador yo? ¿Cómo se atreve?

Cada día que pasa, el mundo occidental tiene más poses que políticas. Una cosa es hablar para llegar a un fin. Pero en estos tiempos, para la mayor parte de las potencias medias el diálogo y las conversaciones interminables son un fin en sí mismo.

– Ya basta. Eso... eso es una falta de respeto hacia mi persona – dijo Barack Obama hará unas tres semanas mientras explicaba su decisión de devolver al reverendo Jeremiah Wright a los infiernos.

Pero una cosa es regodearse en "pomposidades adolescentes", como las calificó Scott Johnson, del blog Powerline, cuando se trata de una disputa familiar entre usted y el que ha sido su pastor en los últimos 20 años, y otra muy distinta hacerlo cuando se celebran los fastos del 60 aniversario de uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos.

El otro día el presidente Bush visitó Israel y pronunció un discurso ante la Knesset. Su punto de vista se resume en su anécdota final: un funcionario británico a punto de irse del país que en mayo de 1948 le entrega la llave de hierro de la Puerta de Sión a un tembloroso rabino diciéndole que era la primera vez en 18 siglos que las llaves de las puertas de Jerusalén estaban en manos de un judío. En otras palabras, fue un gran discurso que aludió al Holocausto, los pogromos, Masada y los desafíos del futuro. El senador Obama no aparecía mencionado en el texto. De hecho, no habló de ningún demócrata a excepción del presidente Truman, al recordar que reconoció al nuevo estado de Israel cuando apenas tenía 11 minutos de edad.

No obstante, Barack Obama decidió que en realidad el discurso del presidente trataba sobre él, y que no le hacía gracia. No se refirió al asunto de forma tan tajante como cuando el affaire Wright, pero el mensaje fue el mismo: "Ya basta. Eso es una falta de respeto hacia mi persona". Y, siguiendo la estela del narcisismo de poca monta de candidatos en ciernes, Nancy Pelosi, John Kerry, Joe Biden y compañía se apuntaron a la diatriba contra el indignante, inaceptable, antipresidencial, escandalosamente inaceptable y escandalosamente antipresidencial comportamiento de Bush.

De verdad, menuda panda de idiotas egocéntricos. Esto es lo que dijo el presidente:

Algunos parecen creer que deberíamos negociar con los terroristas y los radicales, como si algún argumento ingenioso fuera a persuadirles de que todo este tiempo han estado equivocados. Ya escuchamos estas falsas ilusiones antes. Mientras los tanques nazis entraban en Polonia en 1939, un senador norteamericano afirmaba: "Señor, con sólo hablar con Hitler todo esto se habría evitado." Tenemos la obligación de llamar a esto por su nombre: la falsa comodidad del apaciguamiento, algo que la historia ha desacreditado en repetidas ocasiones.

El que siempre que alguien hace una observación general sobre quienes apaciguan a terroristas y dictadores los demócratas asuman que, oye, están hablando de mí, lo dice todo sobre su susceptibilidad. En realidad no hablaba de ustedes. O, siendo más precisos, no estaba hablando exclusivamente de ustedes.

Sí, hay un montón de demócratas a favor de negociar con nuestros enemigos. También unos cuantos republicanos (James Baker, el amigo del presidente Bush, cuyo Iraq Study Group rebosa de propuestas de intercambios diplomáticos con Irán, Siria y todos los demás). Pero también es la línea adoptada por al menos tres de los ministros del antiguo gabinete de Tony Blair, por su veterano consejero político, por el líder del Nuevo Partido Democrático de Canadá y por un buen puñado de peces gordos europeos. No es una táctica electoral demócrata, es una cosmovisión completa. Ni siquiera Barack Obama puede ser tan creído como para pensar que su llévame-hasta-[insertar nombre de un enemigo aquí] es una idea original.

Cada día que pasa, el mundo occidental tiene más poses que políticas. Una cosa es hablar para llegar a un fin. Pero en estos tiempos, para la mayor parte de las potencias medias el diálogo y las conversaciones interminables son un fin en sí mismo. Porque eso es lo que les gusta hacer a las naciones civilizadas, parlotear, hablar del tiempo, tomar té con pastas, hablar, hablar y hablar. En cambio, a las naciones incivilizadas les gusta torturar a los disidentes, matar a los civiles, bombardear aldeas, hacer, hacer y hacer. Es más fácil hacer pasar a quienes hacen cosas por dialogantes que lograr que los dialogantes se pongan manos a la obra y hagan algo.

Y, como entienden bien los iraníes, las conversaciones son un espléndido disfraz para seguir haciendo cualquier cosa que quieran. Pongamos que usted quiere continuar con su programa nuclear sin ser molestado. La manera más fácil de hacerlo es tomar parte en años de incesantes conversaciones con los europeos acerca de dicho programa nuclear. Ese es el motivo de que el mandamás de Hamás diera su apoyo a Obama: saben que es su mejor apuesta para colocar a un ministro de Exteriores europeo como presidente de los Estados Unidos.

Mo Mowlam fue secretaria de Gran Bretaña para Irlanda del Norte y supervisó el proceso mediante el cual Gerry Adams y Martin McGuinness, del IRA, se convirtieron en ministros de una Corona que se negaban a reconocer. Antes de 2004, instó a que Osama bin Laden fuera invitado a "la mesa de negociaciones" tras haber llegado a la conclusión de que no es diferente a Adams: un tipo duro con mucha sangre en sus manos, pero no tiene ningún sentido enrocarse por todo eso; averigüemos lo que quiere y démosle una parte.

En su carta de 2002 a Estados Unidos, Bin Laden expresaba un montón de agravios, desde el rechazo por parte de Estados Unidos a implantar la sharia hasta la usura de los judíos, pasando por la ausencia de castigo por "los inmorales actos del presidente Clinton". Al igual que el pastor de Barack Obama, Bin Laden comparte la opinión de que el sida es "una satánica invención norteamericana." Obviamente, hay puntos en su programa ante los que el mundo libre no puede ceder jamás –"los inmorales actos del presidente Clinton"– pero ¿quién dice que no vale la pena dialogar sobre el resto?

Esta será la fractura en el debate bélico de la era post-Bush en los próximos años. ¿Son las ambiciones políticas de la yihad totalitaria, genocida y milenaria una locura, por decirlo en una palabra? ¿O son negociables? El presidente Bush sabe mantenerse firme. Justo antes de pronunciar las palabras por las que Barack Obama se daba por aludido, decía:

Hay personas buenas y decentes que no saben captar la oscuridad en estos hombres e intentan racionalizar sus palabras. Es natural, pero es totalmente erróneo. Como testigos del mal en el pasado, tenemos la responsabilidad solemne de tomar en serio estas palabras.

He aquí algunas palabras de Hussein Massawi, el anterior líder de Hezbolá:

– No luchamos para que nos ofrezcáis algo. Luchamos para eliminaros.

¿Se corresponden estas palabras con sus acciones? Hasta extremos sorprendentes. Igual que las acciones de los jefes de Hezbolá en Teherán.

El presidente Reagan hablaba con los soviéticos mientras proseguía el despliegue de misiles Cruise y Pershing en Europa. Conversaba con tranquilidad, pero después de agarrar un palo bien grande. El senador Obama propone recompensar a un hombre que promete borrar a Israel del mapa con un reportaje fotográfico presidencial sin que planee llevar ni siquiera una ramita. No es de extrañar que este asunto le ponga tan nervioso.

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